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Oración a san José antes de la Misa

¡Oh feliz varón, bienaventurado José, a quien le fue concedido no sólo ver y oír al Dios, a quien muchos reyes quisieron ver y no vieron, oír y no oyeron, sino también abrazarlo, besarlo, vestirlo y custodiarlo!

Ruega por nosotros, bienaventurado José, para que seamos dignos de alcanzar las promesas de nuestro Señor Jesucristo.

Oración: Oh Dios, que nos concediste el sacerdocio real; te pedimos que, así como san José mereció tratar y llevar en sus brazos con cariño a tu Hijo Unigénito, nacido de la Virgen María, hagas que nosotros te sirvamos con corazón limpio y buenas obras, de modo que hoy recibamos dignamente el sacrosanto Cuerpo y Sangre de tu Hijo, y en la vida futura merezcamos alcanzar el premio eterno. Por el mismo Jesucristo Nuestro Señor. Amén.

A san José antes de comulgar

Oh José, que te entregaste al servicio de Jesús y de María, y les fuiste fiel hasta la muerte, haz que yo sea generoso en su servicio, enséñame a tratar con cariño a Jesús y a recibirle en la Comunión con un corazón puro. Amén.

Para pedir la pureza

Custodio y padre de vírgenes, san José, a cuya fiel custodia fueron encomendadas la misma inocencia, Cristo Jesús, y la Virgen de las vírgenes María. Por estas dos queridísimas prendas, Jesús y María, te ruego y te suplico me alcances que, preservado de toda impureza, sirva siempre con alma limpia, corazón puro y cuerpo casto a Jesús y a María. Amén.

Para pedir su protección

Señor, Dios misericordioso, que con inefable providencia, te has dignado escoger a san José para esposo de la Bienaventurada Virgen María; te suplicamos que hagas que, así como nosotros le veneramos como protector en la tierra, así él sea nuestro intercesor en los cielos. Tú, que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.

Para pedir un corazón recto

San José, mi padre y señor, tú que fuiste guardián fiel del Hijo de Dios y de su Madre Santísima, la Virgen María, alcánzame del Señor la gracia de un espíritu recto y de un corazón puro y casto para servir siempre mejor a Jesús y María. Amén.

Para santificar el trabajo

¡Oh glorioso san José, modelo de todos los que se consagran al trabajo! Alcanzadme la gracia de trabajar con espíritu de penitencia en expiación de mis pecados; de trabajar a conciencia poniendo el cumplimiento de mi deber por encima de mis naturales inclinaciones; de trabajar con reconocimiento y alegría, mirando como un honor el desarrollar, por medio del trabajo, los dones recibidos de Dios. Alcanzadme la gracia de trabajar con orden, constancia, intensidad y presencia de Dios, sin jamás retroceder ante las dificultades; de trabajar, ante todo, con pureza de intención y con desprendimiento de mí mismo, teniendo siempre ante mis ojos las almas todas y la cuenta que habré de dar del tiempo perdido, de las habilidades inutilizadas, del bien omitido y de las vanas complacencias en mis trabajos, tan contrarias a la obra de Dios. Todo por Jesús, todo por María, todo a imitación vuestra, ¡oh Patriarca san José! Tal será mi consigna en la vida y en la muerte. Amén.

Ofrecimiento del trabajo a san José

Oh José, padre nutricio de Jesús y esposo virginal de Santa María, que trabajaste con empeño para sacar adelante la Familia de Nazaret, enséñame a trabajar con responsabilidad y a ofrecérselo a Jesús y a María. Amén.

A ti, oh bienaventurado José

A ti, bienaventurado san José, acudimos en nuestra tribulación, y después de implorar el auxilio de tu santísima esposa, solicitamos también confiadamente tu patrocinio.

Con aquella caridad que te tuvo unido con la Inmaculada Virgen María, Madre de Dios, y por el paterno amor con que abrazaste al Niño Jesús, humildemente te suplicamos que vuelvas benigno los ojos a la herencia que con su Sangre adquirió Jesucristo, y con tu poder y auxilio socorras nuestras necesidades. Protege, oh providentísimo Custodio de la divina Familia, la escogida descendencia de Jesucristo; aleja de nosotros, oh padre amantísimo, este flagelo de errores y vicios.

Asístenos propicio desde el cielo, en esta lucha contra el poder de las tinieblas; y como en otro tiempo libraste de la muerte la vida amenazada del Niño Jesús, así ahora defiende a la santa Iglesia de Dios de las hostiles insidias y de toda adversidad.

Y a cada uno de nosotros protégenos con tu constante patrocinio, para que, a ejemplo tuyo, y sostenidos por tu auxilio, podamos vivir y morir santamente y alcanzar en los cielos la eterna bienaventuranza. Amén.

En momentos de dificultad

Glorioso patriarca san José, cuyo poder sabe hacer posibles las cosas imposibles, ven en mi ayuda en estos momentos de angustia y dificultad. Toma bajo tu protección las situaciones tan graves y difíciles que te confío, para que tengan una buena solución. Mi amado Padre, toda mi confianza está puesta en ti. Que no se diga que te haya invocado en vano y, como puedes hacer todo con Jesús y María, muéstrame que tu bondad es tan grande como tu poder. Amén.

Para pedir vocaciones

Señor, Tú confiaste a la fiel custodia de san José, esposo de Santa María, los primeros pasos en la tierra de Jesús, Salvador nuestro; concede, por su patrocinio, que a tu Iglesia no le falten nunca las vocaciones necesarias para hacer llegar a todos los hombres los frutos de la redención. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

Para pedir una buena muerte

Oh san José, que dejaste esta vida en brazos de tu Hijo adoptivo Jesús, y de tu dulce Esposa María, socórreme, ¡oh Padre!, junto con María y Jesús, cuando la muerte marque el fin de mi vida; obtenme la gracia (es lo único que pido) de morir también en los mismos brazos de Jesús y de María. ¡En vuestras manos, Jesús, María y José, encomiendo mi espíritu en la vida y en la muerte! Amén.

Siete domingos de san José

Los siete domingos de san José se dedican a cada uno de los dolores y gozos de la vida de san José. Existen varias tradiciones para detallar y describir esos siete dolores y gozos.

Oración para todos los domingos

¡Augusto Patrono de la Iglesia universal! Dígnate serlo especialmente nuestro. No nos es posible dudar de tu gran valimiento delante de Dios, ni de tu bondad para con los hombres. Dígnate, pues, Patriarca san José, confirmarnos en esta nuestra fe, experimentando una prueba más de tu caritativa protección. A este fin venimos a consagrarte estos siete domingos, meditando en ellos tus «dolores y gozos». Nadie más necesitado ni más indigno que nosotros. Mas no mires las miserias de nuestra alma; ten compasión de nosotros. Te ofrecemos nuestro corazón; recíbelo y refórmalo según el tuyo, para que todos los días de nuestra vida te sean agradables y merezcan las bendiciones de Jesús y de María. Amén.

Consideraciones

Primer Domingo

Mt 1, 18-25: Estando desposada su madre María con José, antes de vivir juntos se halló que había concebido en su seno por obra del Espíritu Santo.

Glorioso san José, esposo de María Santísima. Como fue grande la angustia y el dolor de tu corazón, en la duda de abandonar a tu purísima Esposa, así fue inmensa la alegría cuando te fue revelado por el ángel el soberano misterio de la Redención.

Por este dolor y gozo, te rogamos nos consueles en las angustias de nuestra última hora y nos concedas una santa muerte, después de haber vivido una vida semejante a la tuya junto a Jesús y María.

Segundo Domingo

Lc 2, 1-7: Sucedió que estando allí le llegó la hora del parto, y dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo recostó en un pesebre.

Dichoso Patriarca san José, elegido para cumplir los oficios de padre cerca del Verbo Humanado. Grande fue tu dolor al ver nacido a Jesús en tan extrema pobreza, pero este dolor se cambió en gozo celestial al oír los cantos de los ángeles y contemplar el resplandor de aquella luminosa noche.

Por este dolor y gozo, te suplicamos nos alcances la gracia de que, después de haber seguido nuestro camino en la tierra, podamos oír las alabanzas angélicas y gozar de la vista de la gloria celestial.

Tercer Domingo

Lc 2, 21: Cuando se cumplieron los ocho días para circuncidarle, le pusieron por nombre Jesús, como lo había llamado el ángel antes de que fuera concebido en el seno materno.

Glorioso san José, ejecutor obediente de la Ley de Dios. La Sangre preciosa que en la circuncisión derramó el divino Redentor, te traspasó el corazón; pero el nombre de Jesús («Salvador»), que se le impuso, te llenó de consuelo.

Por este dolor y gozo, te rogamos nos alcances la gracia de vivir luchando contra la esclavitud de los vicios, para tener la dicha de morir con el nombre de Jesús en los labios y en el corazón.

Cuarto Domingo

Lc 2, 22-35: Simeón los bendijo, y dijo a María, su madre: Mira, éste ha sido puesto como signo de contradicción -y a tu misma alma la traspasará una espada-, para que se descubran los pensamientos de muchos corazones.

San José, modelo de fidelidad en el cumplimiento de los planes de Dios. Grande fue tu dolor al saber, por la profecía de Simeón, que Jesús y María estaban destinados a padecer; mas este dolor se convirtió en gozo al conocer que los padecimientos de Jesús y María serían causa de salvación para innumerables almas.

Por este dolor y gozo, te rogamos que, por los méritos de Jesús y María, seamos contados entre aquellos que han de resucitar gloriosamente.

Quinto Domingo

Mt 2, 13-18: El ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: Levántate, toma al niño y a su madre, y huye a Egipto, y estate allí hasta que yo te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo.

San José, Custodio y familiar íntimo del Verbo de Dios encarnado. Grande fue tu sufrimiento para alimentar y servir al Hijo del Altísimo, sobre todo en la huida a Egipto; de igual manera fue grande tu gozo al tener siempre en tu compañía al mismo Hijo de Dios y ver cómo caían en tierra los ídolos de Egipto.

Por este dolor y gozo, te rogamos nos alcances la gracia de que, huyendo de las ocasiones de pecado, venzamos al enemigo infernal y hagamos caer de nuestro corazón todo ídolo de pasiones terrenas, para que, ocupados en servir a Jesús y a María, vivamos únicamente para ellos y tengamos una muerte feliz.

Sexto Domingo

Mt 2, 19-23: Tomó al Niño y a su Madre y regresó a la tierra de Israel. Pero al oír que Arquelao reinaba en Judea en lugar de su padre Herodes, temió ir allá. Y avisado en sueños, marchó a la región de Galilea.

Glorioso san José, que viviste teniendo sujeto a tus órdenes al Rey de los cielos. Si tu alegría al regresar de Egipto se vio turbada por el miedo a Arquelao, después, al ser tranquilizado por el ángel, viviste contento en Nazaret con Jesús y María.

Por este dolor y gozo, alcánzanos la gracia de vernos libres de temores, y gozando de la paz de conciencia, de vivir seguros con Jesús y María y morir en su compañía.

Séptimo Domingo

Lc 2, 40-52: El niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin que lo advirtiesen sus padres.

San José, ejemplo de toda santidad. Grande fue tu dolor al perder, sin culpa, al Niño Jesús, y tener que buscarle, con gran pena, durante tres días; pero mayor fue tu gozo cuando al tercer día lo hallaste en el templo en medio de los Doctores.

Por este dolor y gozo, te suplicamos nos alcances la gracia de no perder nunca a Jesús por el pecado mortal; y si por desgracia lo perdiéramos, haz que lo busquemos con vivo dolor, hasta que lo encontremos y podamos vivir con su amistad para gozar de Él contigo en el Cielo y cantar allí eternamente su divina misericordia.

Oraciones finales

Padre nuestro, Ave María y Gloria.

Ruega por nosotros, san José, para que seamos dignos de alcanzar las promesas de nuestro Señor Jesucristo.

Oración: Dios, que con inefable providencia te dignaste elegir al bienaventurado José por esposo de tu Santísima Madre: concédenos que, pues le veneramos como protector en la tierra, merezcamos tenerle como intercesor en los cielos. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.