La cocina aragonesa es rica y muy elaborada

29 de marzo de 2002

Nació en Erba, un pequeño pueblo de la Brianza, cerca del lago de Como y Milán. Acaba de conocer el Altoaragón con motivo de una visita al santuario de Torreciudad, “al que he viajado con motivo del centenario del beato Josemaría Escrivá y para vivir la Semana Santa”. Destaca la calidad de “la cocina altoaragonesa, con un resultado excelente al aplicar la innovación y la imaginación a la autenticidad de los sabores”.

Rosella se lleva a su lugar de trabajo “unos días intensos, llenos de experiencias fuertes”, “como son el paisaje, el carácter, los senderos de estas tierras, que he podido recorrer a fondo”. Ha aprovechado para “visitar varios lugares que esperaba con enorme ilusión, como pueden ser Zaragoza y El Pilar, además de Lourdes, y otros sitios increíbles, como pueden ser el valle de Añisclo”.

Quizá el recuerdo más entrañable que se lleva “es la fiesta de los crespillos de Barbastro”, que “aúna la tradición, la sencillez y un sabor exquisito, auténtico”. Sugiere una promoción basada en ese producto “y también en los vinos y la longaniza, entre otros productos que pude ver en el Museo del Vino de San Julián, hechos por asociaciones del lugar”.

Su experiencia profesional “ha mejorado en estos días, en los que he podido comprobar unos sabores muy naturales, una cocina de alta especialización, muy elaborada, llena de detalles, que requiere tiempo y dedicación”. Piensa que “es una cocina muy distinta a la nuestra, allí tomamos por ejemplo una carne muy fuerte, muy condimentada. Aquí he visto semejanza a Sicilia, por ejemplo, en la verdura. El desayuno es aquí más fuerte, y en general veo más variedad, aunque nosotros le damos a la pasta multitud de variantes”.

Rosella tiene una gran devoción al beato Josemaría, “es una figura muy amada, que me ha ayudado a valorar mi trabajo, a hacerlo con gran ilusión, a colaborar en actividades de ayuda social”. Por eso, comenta que “me ha interesado mucho recorrer sus huellas altoaragonesas, los lugares que vivió, donde paseó, jugó, recibió su formación humana y cristiana. En mi caso, aunque no le conocí, me gusta considerar que vivo en una región que el beato visitó muchas veces y que formo parte de una sociedad por la que él rezó, ya que eso hacía cuando viajaba, sembrando Europa de avemarías, como decía”.

Esta profesional considera “lógico” el prestigio creciente de los profesionales de la restauración, “profesión que tiene una fuerte vertiente social y una vocación de servicio cada vez más valorada”. “Me hace mucha ilusión que nos pidan las recetas de algunas cosas y creo que sería absurdo esconderlas, y por tanto hay que facilitar que otros sean también felices con la cocina, que te copien y mejoren”.

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