Del 9 al 11 de noviembre se celebró en el Aula Pablo VI del Vaticano en Roma el II Encuentro Internacional de Rectores y Operadores de Santuarios, organizado por el Dicasterio para la Evangelización, bajo el tema de “El Santuario: casa de oración”, en preparación para el Jubileo de la Iglesia del año 2025. Don Ángel Lasheras participó desde Torreciudad, pues se trató de una ocasión estupenda para reflexionar sobre la oración a través del arte y de la música, la piedad popular, la acogida de los peregrinos y el perdón a través del sacramento de la Reconciliación… Mons. Rino Fisichella, pro-prefecto del Dicasterio, fue el moderador de las diferentes ponencias.
El encuentro también constituyó una experiencia muy enriquecedora de convivencia con otros santuarios, dado que asistieron representantes de 49 países con sus propias prácticas pastorales. En la mañana del sábado los participantes fueron recibidos en audiencia por el Papa Francisco. Por su interés, reproducimos aquí el discurso que el Santo Padre dirigió a los asistentes, que bien podría titularse «Cuatro razones para acudir a un santuario»:
Os doy la bienvenida con ocasión de vuestro segundo Encuentro internacional, porque conocéis bien mi preocupación por la vida de los santuarios. Agradezco a Su Excelencia el arzobispo Fisichella esta iniciativa y el compromiso del Dicasterio en el cuidado pastoral de los santuarios. Son lugares especiales, donde el pueblo fiel de Dios acude a rezar, a consolarse y a mirar al futuro con mayor confianza.
[1. Experimentar la misericordia del perdón a través de la Confesión]
Al Santuario se viene, sobre todo, a rezar. Por nuestra parte, es necesario que tengamos siempre presente que nuestros Santuarios son verdaderos lugares privilegiados de oración. Sé con qué esmero se celebra allí la Sagrada Eucaristía y cuánto esfuerzo se dedica al Sacramento de la Reconciliación. Recomiendo que, en la elección de los sacerdotes para las confesiones, haya un buen discernimiento, para que no suceda que quienes se acercan al confesionario atraídos por la misericordia del Padre encuentren obstáculos para experimentar la plena reconciliación. El Sacramento de la Reconciliación es para perdonar, siempre para perdonar. No puede suceder, especialmente en los santuarios, que encuentren obstáculos, porque en ellos la misericordia de Dios exige expresarse de modo sobreabundante, por su propia naturaleza. Así los perciben justamente los fieles: como lugares especiales en los que encontrar la gracia de Dios. Perdonad siempre como el Padre perdona. Perdonar.
[2. Los santuarios han de ser ante todo lugares de oración y de adoración]
En la historia de cada Santuario, es fácil tocar la fe de nuestro pueblo fiel, que se mantiene viva y se alimenta de la oración, principalmente del Rosario, que ayuda a orar a través de la meditación de los misterios de la vida de Jesús y de la Virgen María. Entrar espiritualmente en esos misterios, sentirse parte viva de lo que constituye nuestra historia de salvación, es un dulce compromiso que da sabor evangélico a la vida cotidiana.
Es importante prestar especial atención a la adoración en los santuarios. Hemos perdido un poco el sentido de la adoración, debemos recuperarlo. Quizá debamos constatar que el marco y el ambiente de nuestras iglesias no siempre invitan a reunirse y adorar. Fomentar en los peregrinos la experiencia del silencio contemplativo -y no es fácil-, del silencio adorante, significa ayudarles a fijar su mirada en lo esencial de la fe. La adoración no es un alejamiento de la vida, sino el espacio para dar sentido a todo, para recibir el don del amor de Dios y poder testimoniarlo en la caridad fraterna. Podemos hacernos la pregunta: «Y yo, ¿estoy acostumbrado a la oración de adoración?». Es importante responder.
[3. Acogida llena de consuelo y de cercanía compasiva]
También se va a los santuarios para ser consolado. El misterio del consuelo. ¡Cuántas personas van allí porque llevan en su espíritu y en su cuerpo una carga, un dolor, una preocupación! La enfermedad de un ser querido, la pérdida de un familiar, tantas situaciones de la vida son a menudo causas de soledad y tristeza, que se depositan en el altar y esperan una respuesta. El consuelo no es una idea abstracta, y no está hecho ante todo de palabras, sino de una cercanía compasiva y tierna que comprende el dolor y el sufrimiento. Este es el estilo de Dios: cercano, compasivo y tierno. Este es el estilo del Señor. Consolar es hacer tangible la misericordia de Dios; por eso el servicio de consolación no puede faltar en nuestros Santuarios.
Quienes cuidan el Santuario deben hacer suyas las palabras del Apóstol: «Él nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que también nosotros podamos consolar a los que están en cualquier clase de aflicción con el consuelo con que nosotros mismos somos consolados por Dios» (2 Co 1,4). Una, dos, tres, cuatro veces en dos líneas la palabra consolación o consolar: este texto de Pablo es denso. Puedo ser un signo eficaz de consolación en la medida en que he experimentado personalmente ser consolado por el sufrimiento salvador de Jesús y he encontrado refugio en Él. No lo olvidéis. En nuestra historia, cada uno de nosotros tiene momentos duros, malos, en los que el Señor nos ha consolado. No lo olvidemos. Recordar nuestra propia experiencia de consuelo nos ayudará a consolar a los demás. Y esta experiencia pasa por la maternidad de María, la «Consolata» por excelencia. ¡Que el consuelo y la misericordia abunden en nuestros Santuarios!
[4. Mirar al futuro con esperanza y una gran confianza]
Por último, uno va al Santuario para mirar al futuro con mayor confianza. El peregrino necesita esperanza. La busca en el acto mismo de peregrinar: se pone en camino en busca de un destino seguro al que llegar. Pide esperanza con su oración, porque sabe que sólo una fe sencilla y humilde puede obtener la gracia que necesita. Luego es importante que, al volver a casa, sienta que se le ha concedido y se llene de serenidad porque ha puesto su confianza en Dios. En nuestros santuarios se pone mucho cuidado en acoger -no lo olvidéis: acoger bien a los peregrinos-, y con razón. Al mismo tiempo, hay que prestar el mismo cuidado pastoral al momento en que los peregrinos abandonan el santuario para volver a su vida ordinaria: que reciban palabras y signos de esperanza, para que la peregrinación que han realizado alcance su pleno sentido.
He querido que el próximo año, en preparación del Jubileo de 2025, esté enteramente dedicado a la oración. Pronto se publicarán subsidios que pueden ayudar a redescubrir la centralidad de la oración. Os los recomiendo: serán una buena lectura, que estimulará a orar con sencillez y según el corazón de Cristo. Renovemos cada día la alegría y el compromiso de ser hombres y mujeres de oración. Orar con el corazón, no como loros. No. Desde el corazón. Que las palabras pronunciadas salgan del corazón. Vosotros, en los santuarios, lo haréis a través de la espiritualidad típica que los caracteriza.
Que desde todos los santuarios salga un canto de acción de gracias al Señor por las maravillas que obra también en nuestro tiempo. E imploremos la intercesión de la Madre de Dios para que, en estos tiempos agitados, tantos hermanos nuestros que sufren encuentren paz y esperanza.
Os acompaño con mi Bendición. Y os pido, por favor, que en vuestros Santuarios os acordéis de rezar también por mí. Gracias.
Al final del encuentro el Papa exhortó a preparar los santuarios para que sean un lugar de acogida para vivir muy cerca del Señor y de la Virgen María el Jubileo del 2025.