Nuestra Señora de Bzommar – Kesseraoun, Líbano

 

Peregrinos libaneses trajeron esta imagen el 16 de diciembre de 1999.

INFORMACIÓN SOBRE ESTA ADVOCACIÓN

El pueblo armenio asentado en Turquía, mayoritariamente cristiano, católico u ortodoxo, fue víctima del famoso genocidio que desde 1915 a 1923 acabó con la vida de 600.000 a 1.800.000 armenios. Este icono es muestra del éxodo que tuvieron que vivir los supervivientes hacia otros países, a los que trasladaron también sus ritos y costumbres, y su devoción mariana.

El santuario de Nuestra Señora de Bzommar se encuentra en Bzommar (Líbano), en un monte a 36 Km. al norte de Beirut. Allí fue construido un convento armenio católico en 1749. Esta imagen de la Virgen se encuentra en Kesseraoun, en el Convento de Nuestra Señora de Monte Líbano, muy cerca de Tierra Santa. Nuestra Señora de Bzommar es un santuario mariano en Bzommar. Bzoummar alberga un monasterio de la Iglesia católica armenia que fue construido en 1749, donde se venera la imagen de Nuestra Señora de Bzommar. Los habitantes de Bzoummar son predominantemente católicos maronitas y armenios. Nuestra Señora de Bzomar es protectora de la comunidad armenia católica y señal de su apego a la Santa Sede. El icono venerado en la residencia patriarcal del Charfeh fue la compañera de exilio del primer patriarca de la comunidad siria católica.
En 1940 se construyó una capilla como santuario para la milagrosa imagen de Nuestra Señora de los Dolores.

Esta imagen mide veintidós pulgadas por diecinueve. El artista es desconocido, pero la obra es de gran perfección y belleza, una maravilla artística. La imagen, de tamaño real, llegó a nuestras manos por una donación muy especial, y la mandamos a restaurar con las Hermanas clarisas de San José de Carrasco. En el proceso de restauración descubrimos que la imagen era de madera sólida, y más aún: las hermanas encontraron un trozo de diario de 1896 pegado a la base… Y este era tan solo el comienzo de una fuente de gracias. Cuando comenzaron a raspar la pintura de su rostro, ¡comenzó a brotar agua! La madera estaba totalmente seca, pero el agua brotaba y caía a sus pies. ¡Maravilloso milagro! Las hermanas no salían de su asombro y cada día le tomaban más cariño. Finalmente terminaron su obra, y no con muchas ganas, nos la entregaron para que la colocáramos sobre nuestro Atrio, para que todo el que pase por allí, se sienta consolado bajo su mirada maternal y su manto protector.