Hoy se ha celebrado un encuentro que ha reunido a un grupo de antiguos y actuales trabajadores de Torreciudad con ocasión del 50 aniversario de la apertura al culto del nuevo templo dedicado a Nuestra Señora de Torreciudad. La jornada ha constituido una ocasión para celebrar juntos la Navidad y homenajear al arquitecto de Torreciudad, Heliodoro Dols, fallecido precisamente hace pocos meses.
Los actos han comenzado con una eucaristía oficiada por Ángel Lasheras, que llevaba la casulla que utilizó san Josemaría en 1975 cuando celebró misa en Torreciudad. En su homilía, Lasheras ha valorado que «formáis parte de una historia maravillosa, el sueño de san Josemaría de levantar un nuevo santuario en el que muchos peregrinos pudieran a lo largo de los siglos venir a venerar y amar a la Madre de Dios». En otro momento ha subrayado que «aquí los ladrillos parece que hablan, porque han sido testigos de tantas conversiones, reconciliaciones y decisiones de entrega a Dios», y también animó a los presentes a «tener vuestra propia experiencia del amor materno de la Virgen María, que siempre nos lleva a Jesús».
A continuación, el arquitecto Javier Domingo de Miguel ha impartido una sesión titulada «Heliodoro Dols: tradición, modernidad, autenticidad». En ella ha recorrido la trayectoria profesional de Dols con especial atención a su trabajo en el santuario. Tras ver un vídeo sobre la construcción del nuevo templo, los participantes se han trasladado al templo para asistir a un recital didáctico al órgano a cargo de Maite Aranzabal, que ha utilizado la consola portátil estrenada el pasado mes de septiembre en el concierto del Orfeón Donostiarra.
Conchita y Javier, dos trabajadores que se han jubilado este año, han recibido una placa en agradecimiento por sus años de servicio, como ya es tradición desde hace tiempo con todos los que culminan su vida laboral en Torreciudad. La proyección del vídeo-mapping de san José, propio de este tiempo de Adviento y Navidad, ha dado paso a un almuerzo en las dependencias de La Naya con el que ha concluido el programa de actividades.
Algunas impresiones
Entre los asistentes muchos procedían de las localidades cercanas. Jesús Cosculluela, de El Grado, trabajó durante toda la construcción (1969-1975) y continuó después en tareas de mantenimiento: «esto me parece un sueño, y agradezco vivir este aniversario en honor de la Virgen». Miguel Ángel Puyal también es de El Grado, vive en Graus y lleva 19 años trabajando en Torreciudad «muy contento». José Manuel Buil, de Pozán de Vero y residente en Barbastro, ha trabajado como guarda durante 11 años, al igual que su padre y otros parientes: «estoy muy agradecido por el trato recibido siempre en mi trabajo».
Joaquín Armisén, de Barbastro, trabajó como electricista desde 1973 a 2016, y piensa que «el reencuentro de hoy con tantos compañeros es una gran alegría». Placi García trabajó en el servicio de limpieza 15 años, y ha venido con su marido José Antonio Mur, cartero, de Gistaín: «estuve muy a gusto cuidando a la Virgen».
Conchita Pera trabajó 6 años también en tareas de limpieza, «y he estado muy contenta en la casa de la Virgen, cuidándola y con unas compañeras extraordinarias». Montse Mitjans se dedicó en los años 70 a tareas de jardinería e hidrosiembra «para curar las inevitables heridas hechas en los terrenos por las obras».
El gallego Pepe Lemos llegó a Torreciudad el 7 de enero de 1976, procedente de Cangas de Morrazo, y reside en Barbastro ya jubilado y abuelo con su mujer Teresa: «trabajé 30 años en la Oficina de Información, con mucho cariño a la Virgen y muy contento de haber atendido a los peregrinos y difundir tantos sitios preciosos del Alto Aragón».
José Ramón Torres es de Secastilla y vive en Capella: «trabajé durante las obras y más tarde como jardinero”. El barbastrense José Luis Laporta tiene una empresa de pintura, ha trabajado desde el comienzo «y sigo colaborando y me siento muy orgulloso».
Javier Irigoyen fue guarda durante cuatro años y ha terminado en Torreciudad su vida laboral: «tengo un gran recuerdo, estoy muy contento». Conchita Domper es de Pozán de Vero y cuenta que ha trabajado quince años en el servicio de limpieza, «muy contenta y emocionada, por supuesto, repetiría».