“En Torreciudad he podido meditar el ejemplo que ha dejado San Josemaría”

3 de noviembre de 2003

El doctor Manuel Nevado Rey se considera una persona afortunada tras recuperar milagrosamente sus manos después de que en 1962 le diagnosticaran radiodermitis crónica, debido a la técnica que empleaba para reducir fractuaras bajo los Rayos X.

La radiodermitis es una enfermedad sin curación, típica de los médicos que han expuesto sus manos a la radiación de los equipos de Rayos X durante un tiempo prolongado. La recuperación se produjo, según contó el mismo Nevado el pasado fin de semana en Torreciudad, “tras pedir a Dios la salud, por intercesión del fundador del Opus Dei” y que significó el paso decisivo para canonizar a Escrivá de Balaguer.

Tras varios años ejerciendo de médico en la Seguridad Social y en un hospital privado su situación llegó a ser bastante preocupante: “Llegó un momento en que mis manos estaban tan ulceradas que ya no podía ni operar. Eran las que peor estaban respecto a las de mis otros dos compañeros que murieron más tarde consecuencia de la misma enfermedad. Llegaron a amputarles algunos dedos para intentar frenar la enfermedad pero uno falleció con metástasis ganglionares y pulmonar y el otro de un infarto. Lo que más me preocupaba era verles morir y no poder evitar que ser el siguiente de la lista. Siendo el más quemado de los tres, gracias al milagro de San Josemaría, ahora estoy aquí vivito y coleando”.

Durante sus años de estudiante en la universidad reconoce que había oido hablar de mons. Escrivá de Balaguer, pero que no fue hasta 1992, haciendo gestiones en el Ministerio de Agricultura, en la calle Atocha, por asuntos relacionados con una explotación agrícola de viñedos, cuando “un señor nos vio esperando y nos invitó a pasar a su despacho. Viendo mis manos que estaban ulceradas sacó una estamapa de mons. Escrivá de Balaguer y me dijo: ‘aunque usted no crea rece a esta persona para que le cure’”, recuerda Nevado

Poco días después de aquel encuentro realizó un viaje por Austria con su mujer y se volvió a repetir la misma historia. “En algunas de iglesias me volvieron a dar la estampa de San Josemaría, que entonces no era santo, y aquello me sobrecogió. La preocupación que tenía de mi enfermedad, la sensación tan especial que sentí al ver los ojos de la primera persona me dio la estampa y que en las iglesias de Viena en las que entraba también me daban estampas, le comenté a mí mujer que teníamos que pedirle porque creía que algo iba a pasar”.

Nevado dice que “a los diez o doce días de regresar del viaje por Viena le comenté a mí mujer que las manos habían cambiado. No me di ni cuenta”.

A pesar de someterse a múltiples reconocimientos médicos nadie ha encontrado una explicación a su extraordinaria curación. “Me hicieron muchas pruebas médicas para buscar una explicación médica. Cuando el 20 de diciembre de 2001 me enseñaron el decreto de la Santa Sede reconociendo mí curación por intercesión del entonces beato Josemaría Escrivá de Balaguer, no podía ni creérmelo. He de reconocer que personalmente era un poco escéptico con el tema de los milagros hasta que me ha ocurrido”.

Primero fue reconocido por el catedrático de dermatología de Badajoz, el doctor Ginés, luego estuvo con un grupo de médicos de la Clínica Universitaria de la Universidad de Navarra y depués en Roma con un dermatólogo italiano.

El doctor señala que no rezó con más fuerza ni más fe con que lo hace cualquier otra persona: “Por lo que veo, hay gente que le reza a San Josemaría con una fe y una intensidad que me llama la atención”

Ahora dice sentirse eternamente agradecido con el santo barbastrense: “Me considero un hijo de papá San Josemaría. Todo el mundo me trata con gran respeto. Por cualquier sitio que paso quieren conocerme y que les hable del milagro. Me ocurre como a los ciclistas que van detrás de sus jefes de filas. Soy como ellos porque voy a rueda de San Josemaría”.

Tanto el doctor Nevado como su mejer no saben cómo corresponder a dicho favor “Eso es lo que todavía no he pensado profundamente.

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