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Texto íntegro de las declaraciones de Heliodoro Dols a Heraldo de Aragón, edición Huesca, 23 de junio de 2000.

El arquitecto Heliodoro Dols participó el domingo en la fiesta dedicada a los trabajadores que construyeron el santuario de Torreciudad, que él dirigió personalmente entre 1970 y 1975, aunque recibió el encargo en 1963. Dols se encargó del proyecto y de la dirección de las obras, en la que trabajaron también los arquitectos Santiago Sols y Ramón Mondéjar, «junto a un imponente equipo técnico y un gran número de trabajadores de la comarca, que demostraron una gran valía humana y profesional, y que hoy comparten con nosotros este día de acción de gracias». El homenaje a los trabajadores contó también con la participación de proveedores y colaboradores del santuario.

Jubileo de los antiguos trabajadores del santuario de Torreciudad en su XXV aniversario

Dols explicó que «el primer encargo de Torreciudad fue una casa de formación social junto a la ermita primitiva. En dicho lugar, una encrespada y estrecha atalaya de roca, no cabía todo el programa, a no ser que se proyectara en altura, impidiendo futuras ampliaciones». Así las cosas, «se decidió proyectarlo en un lugar cercano y como la Virgen de la ermita era el motivo de su ubicación, se quiso construirle un santuario más amplio que dominara los edificios que se levantarían alrededor. El grupo promotor no quería que destacara por su modernidad, sino más bien pretendía que la arquitectura fuese tan natural en el paisaje como lo son los pueblos de Aragón en el lugar donde se asentaban. El problema consistía en combinar una arquitectura construida actualmente, pero con una marcada ambientación tradicional».

En la actualidad Dols dirige su estudio profesional en Zaragoza y el domingo pasado, rodeado de antiguos compañeros y amigos, recordó que «el proyecto duró desde 1963 a 1970 debido a múltiples variaciones en el programa, lo que hizo perder la idea de unos volúmenes claros y de una unidad conceptual». Junto al autor del retablo, Juan Mayné, al primer rector, el binefarense José Luis Saura, y al restaurador de la talla románica de la Virgen, Manuel González-Simancas, Dols recordó cómo el beato Josemaría esperaba de este lugar «frutos espirituales: gracias que el Señor querrá dar a quienes acudan a venerar a su Madre Bendita en su santuario. Estos son los milagros que deseo: la conversión y la paz para muchas almas». Heliodoro dijo que, de acuerdo con esos fines, «se hicieron las capillas de confesonarios y todo se cuidó para que pudiera rezar con sosiego».

Dols, Premio Nacional de Arquitectura, no es partidario de parabienes y felicitaciones. Considera que «lo importante es que el edificio sirva para el fin que se pretendía, es decir, un lugar de oración». Recuerda que «se buscó la unidad en los materiales que debían ser los de las arquitecturas de siempre de la región: zócalo de piedra, ladrillo el resto y teja árabe para la cubierta. Una serie de elementos de piedra de edificios antiguos se fueron colocando incrustados en la arquitectura; los aleros de hormigón se pintaron de rojo para que se viera que no se pretendía imitar la madera, y se trató de ir conjugando esa ambientación de pueblo aragonés pero con un concepto volumétrico y de detalles más actual».

El 7 de julio se cumplirán los 25 años de la inauguración del santuario. Heliodoro Dols Morell, se alegra de que esté sirviendo