El 29 de septiembre de 2014 un grupo de japoneses que pasó por Torreciudad con motivo de la beatificación de Don Álvaro del Portillo dejó como recuerdo la réplica de un fumi-e (fumi “pisar”; e “pintura”). Estas imágenes de Jesucristo, o como en este caso, de la Virgen María, eran de piedra o madera, y se usaron durante la persecución religiosa que comenzó en Nagasaki en 1629 y terminó de hecho en 1805, aunque oficialmente se mantuvo, con la apertura de fronteras, hasta 1856.
La policía japonesa usaba los fumi-e para descubrir a los católicos. Los soldados llegaban a las localidades y depositaban la imagen en el suelo. Todos tenían que pisarlo. Los que se negaban eran identificados como católicos, torturados y, si no querían abandonar la fe, eran enviados a Nagasaki. Las ejecuciones tenían lugar en el volcán Unzen al que se arrojaba a los creyentes.