4ª Jornada de Oración por la Iglesia en China

24 de mayo de 2011

Un grupo de familias chinas residentes en Zaragoza, Huesca, Barcelona, Bilbao y Pamplona participaron el 22 de mayo en la 4ª Jornada de Oración por la Iglesia en China.

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4ª Jornada Oración Iglesia China en Torreciudad

El origen de este encuentro, que se ha celebrado por cuarto año consecutivo en Torreciudad, está en la carta que escribió el Papa Benedicto XVI a la Iglesia en China en el año 2007, pidiendo especialmente oraciones por ella cada 24 de mayo, memoria litúrgica de María, Auxilio de los Cristianos, advocación mariana venerada por los fieles católicos chinos en el santuario de Sheshan (Shanghai).

Por la mañana las familias participantes, la mayor parte de las cuales eran jóvenes y con niños pequeños, vieron un vídeo de un encuentro con san Josemaría subtitulado en idioma chino. Después fueron en procesión por la explanada con la imagen de Nuestra Señora de China, advocación venerada en el Hacsha Conference Center de Macao cuya réplica se encuentra en la galería mariana de Torreciudad. A continuación participaron en la Eucaristía, celebrada en mandarín por un sacerdote chino que atiende la comunidad católica de esta nacionalidad en Bilbao. Esta fue la ocasión para estrenar un Misal en chino regalado por una familia de Taiwán. Los actos terminaron por la tarde con el rezo del Santo Rosario, en conexión por teléfono móvil con una parroquia de Taiwán.

Esta es la oración compuesta por el Papa Benedicto XVI y dedicada a Nuestra Señora de Seshan, que se leyó durante la jornada:

“Virgen Santísima, Madre del Verbo Encarnado y Madre nuestra,
venerada con el título de ‘Auxilio de los cristianos’ en el Santuario de Sheshan,
a la que se dirige con devoción toda la Iglesia en China,
hoy venimos ante ti para implorar tu protección.
Mira al Pueblo de Dios y guíalo con solicitud maternal
por los caminos de la verdad y el amor,
para que sea siempre fermento de convivencia armónica entre todos los ciudadanos.
Con el dócil “sí” pronunciado en Nazaret
tú aceptaste que el Hijo eterno de Dios se encarnara en tu seno virginal
iniciando así en la historia la obra de la Redención,
en la que cooperaste después con solícita dedicación,
dejando que la espada del dolor traspasase tu alma,
hasta la hora suprema de la Cruz,
cuando en el Calvario permaneciste erguida junto a tu Hijo,
que moría para que el hombre viviese.
Desde entonces llegaste a ser, de manera nueva,
Madre de todos los que acogen a tu Hijo Jesús en la fe
y lo siguen tomando su Cruz.

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