El Recién Nacido preside el santuario

24 de December de 2006

A partir de la Misa del Gallo, una antigua imagen del Recién Nacido preside el santuario desde el pesebre que se encuentra en las escaleras del presbiterio. Primero fue el belén, que se abrió al público el 1 de diciembre para acoger a los peregrinos y visitantes en el puente de la Inmaculada; luego fue el árbol, cuyas luces llevan ya unos días dando ambiente navideño a la explanada; y a partir de la Misa del Gallo en la Nochebuena, la imagen del Recién Nacido preside el santuario desde el pesebre que se encuentra en las escaleras del presbiterio. Se trata de una antigua talla de Jesús Niño, de tamaño natural, regalo de una familia, que en los próximos días será venerada después de las ceremonias.

Recogemos unos textos de san Josemaría alusivos a la Navidad:

Y en Belén nace nuestro Dios: ¡Jesucristo! –No hay lugar en la posada: en un establo. –Y su Madre le envuelve en pañales y le recuesta en el pesebre. (Luc., II, 7.) Frío. –Pobreza. –Soy un esclavito de José. –¡Qué bueno es José! –Me trata como un padre a su hijo. –¡Hasta me perdona, si cojo en mis brazos al Niño y me quedo, horas y horas, diciéndole cosas dulces y encendidas!… Y le beso –bésale tú–, y le bailo, y le canto, y le llamo Rey, Amor, mi Dios, mi Único, mi Todo!… ¡Qué hermoso es el Niño… y qué corta la decena! (Santo Rosario, misterios gozosos, 3)

“Comienza estando en el seno de su Madre nueve meses, como todo hombre, con una naturalidad extrema. De sobra sabía el Señor que la humanidad padecía una apremiante necesidad de El. Tenía, por eso, hambre de venir a la tierra para salvar a todas las almas, y no precipita el tiempo. Vino a su hora, como llegan al mundo los demás hombres. Desde la concepción hasta el nacimiento, nadie salvo San José y Santa Isabel advierte esa maravilla: Dios que viene a habitar entre los hombres.

La Navidad está rodeada también de sencillez admirable: el Señor viene sin aparato, desconocido de todos. En la tierra sólo María y José participan en la aventura divina. Y luego aquellos pastores, a los que avisan los ángeles. Y más tarde aquellos sabios de Oriente. Así se verifica el hecho trascendental, con el que se unen el cielo y la tierra, Dios y el hombre.

¿Cómo es posible tanta dureza de corazón, que hace que nos acostumbremos a estas escenas? Dios se humilla para que podamos acercarnos a El, para que podamos corresponder a su amor con nuestro amor, para que nuestra libertad se rinda no sólo ante el espectáculo de su poder, sino ante la maravilla de su humildad.

Grandeza de un Niño que es Dios: su Padre es el Dios que ha hecho los cielos y la tierra, y El está ahí, en un pesebre, quia non era eis locus in diversorio, porque no había otro sitio en la tierra para el dueño de todo lo creado”. (Es Cristo que pasa, 18).

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