Cinco años con Benedicto XVI

15 de April de 2010

El 19 de abril se celebra el quinto aniversario de su elección como sucesor de Pedro al frente de la Iglesia. Con este motivo, ofrecemos una selección de su catequesis en la que el Papa hace referencia a la devoción a la Virgen.

El 16 de abril Benedicto XVI ha cumplido 83 años, y aunque este día el Romano Pontífice ha estado especialmente presente en el corazón y en la oración de los católicos del mundo entero, el aniversario de su elección como Papa, que se celebra el 19 de abril, es una referencia muy destacada para la Iglesia y los cristianos. Con ocasión de esta efemérides, hemos seleccionado algunos fragmentos de la catequesis de Benedicto XVI en torno al amor a la Virgen María, la Madre de Dios.

LA INMACULADA CONCEPCIÓN (Homilía, 08.12.05)

María no sólo tiene una relación singular con Cristo, el Hijo de Dios, que como hombre quiso convertirse en hijo suyo. Al estar totalmente unida a Cristo, nos pertenece también totalmente a nosotros. Sí, podemos decir que María está cerca de nosotros como ningún otro ser humano, porque Cristo es hombre para los hombres y todo su ser es un «ser para nosotros». Cristo, dicen los Padres, como Cabeza es inseparable de su Cuerpo que es la Iglesia, formando con ella, por decirlo así, un único sujeto vivo. La Madre de la Cabeza es también la Madre de toda la Iglesia; ella está, por decirlo así, por completo despojada de sí misma; se entregó totalmente a Cristo, y con él se nos da como don a todos nosotros. En efecto, cuanto más se entrega la persona humana, tanto más se encuentra a sí misma.

LA VOCACIÓN DE LA VIRGEN (Vigilia con jóvenes en Loreto, 01.11.07)

Me pregunto y os pregunto: lo que Dios nos pide, por más arduo que pueda parecernos, ¿podrá equipararse a lo que pidió a la joven María? Queridos muchachos y muchachas, aprendamos de María a pronunciar nuestro «sí», porque ella sabe de verdad lo que significa responder con generosidad a lo que pide el Señor. María, queridos jóvenes, conoce vuestras aspiraciones más nobles y profundas. Conoce bien, sobre todo, vuestro gran anhelo de amor, vuestra necesidad de amar y ser amados. Mirándola a ella, siguiéndola dócilmente, descubriréis la belleza del amor, pero no de un amor que se usa y se tira, pasajero y engañoso, prisionero de una mentalidad egoísta y materialista, sino del amor verdadero y profundo.

MARÍA, EJEMPLO DE CARIDAD (Encíclica “Deus caritas est”, 41)

Entre los santos, sobresale María, Madre del Señor y espejo de toda santidad. El Evangelio de Lucas la muestra comprometida en un servicio de caridad a su prima Isabel, con la cual permaneció «unos tres meses» (Lc 1,56) para atenderla durante la fase final del embarazo. «Magnificat anima mea Dominum», -«proclama mi alma la grandeza del Señor» (Lc 1,46)-, dice con ocasión de esta visita, y con ello expresa todo el programa de su vida: no ponerse a sí misma en el centro, sino dejar espacio a Dios, a quien encuentra tanto en la oración como en el servicio al prójimo; sólo entonces el mundo se hace bueno. María es grande precisamente porque quiere enaltecer a Dios y no a sí misma. Ella es humilde: no quiere ser sino la sierva del Señor (cf. Lc 1,38.48). Sabe que contribuye a la salvación del mundo, no con una obra suya, sino sólo poniéndose plenamente a disposición de la iniciativa de Dios. Es una mujer de esperanza: sólo porque cree en las promesas de Dios y espera la salvación de Israel, el ángel puede presentarse a ella y llamarla al servicio total de estas promesas. Es una mujer de fe.

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