Esther Ciudad fascinó con su dominio del órgano en el segundo recital del ciclo

9 de August de 2007

Luce un currículo que recoge a casi todos los maestros de mayor prestigio de música contemporánea de órgano, entre los que resaltan los españoles J.L. González Uriol y Montserrat Torrent, o al profesor alemán Heinrich Walther durante su etapa de especialización en órgano y clavicordio en Freiburgo. En cambio, sus primeros escarceos musicales fueron de lo más naturales y sencillos: “De pequeña acompañaba a mi madre a la iglesia, ella era responsable del camarín de Ntra. Sra. de la Oliva, en Ejea de los Caballeros, y de tanto escuchar el órgano comencé a interesarme por su funcionamiento”, comenta Ciudad.

Con una trayectoria envidiable, en plena juventud, ha desempeñando labores de organista litúrgico en el Real Seminario de San Carlos, la Iglesia Parroquial de San Gil, la Catedral de La Seo de Zaragoza y en su querida Basílica de Ntra. Sra. de la Oliva. Paralelamente. Como intérprete solista y de cámara ha intervenido en ciclos de renombre como el Festival Internacional del Camino de Santiago o la Quincena musical de San Sebastián, entre otros.

El viernes ofreció su primer recital en Torreciudad, el segundo dentro del programa del Ciclo Internacional de Órgano, al que dijo acudir emocionada y “nada nerviosa” porque “es un sitio muy especial, con un órgano muy bonito donde las piezas lucen muchísimo y me encuentro muy a gusto”.

El programa elegido contó con piezas “convencionales y habituales para este tipo de conciertos”, como las tres Corales de J.S. Bach, con las que arrancará, “otra parte será romántica” con obras de Mendelssohn y Brahams, para terminar “con algo más atrevido pero que en este órgano funciona muy bien”, apunta la organista.

Según Ciudad el órgano que empleó es un instrumento que se sale de la media de los que hay en la comunidad, “es el más grande que tenemos y el que más posibilidades ofrece a los músicos porque permite tocar desde música antigua hasta contemporánea, tiene muchos registros, muchas variedades o posibilidades, y por tanto hacer repertorios muy amplios, que es lo que más nos gusta a los organistas”.

Profesionalmente anda metida en varios proyectos, dedicando especial interés a la fundación que ha creado junto a otras personas para difundir la música de órgano. “La DPZ nos ha aprobado un plan, dirigido tanto a niños como adultos, para lograr un acercamiento del instrumento al mayor número de personas posible”, explica Esther.

En este sentido, dice que en nuestra comunidad autónoma, se ha hecho una gran labor de recuperación de órganos, “gastando mucho dinero en restaurarlos” pero que ahora “lo que falta es darlos a conocer”. Paralelamente, requiere mayor apoyo a las instituciones públicas para gente joven que desea dar el salto de las escuelas o academias de música al mundo profesional: “No hay un puesto para cada organista o un sitio para cada violinista, digamos que falta una infraestructura para que los músicos que estudian puedan realizar su trabajo”, concluye.

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