“¿Qué será este niño?”

10 de janvier de 2008

Con motivo del aniversario del nacimiento de san Josemaría Escrivá de Balaguer (9 de enero de 1902), fundador del Opus Dei e impulsor del santuario, ofrecemos un artículo del historiador del Instituto Mariológico de Torreciudad, Martín Ibarra.

“Esta es una pregunta que todos los padres se hacen sobre sus hijos, ya desde los primeros meses de su gestación. Algunos se hacen hasta una novela completa: no encuentro nadie en el pueblo con quien se pueda casar, te dicen. Y todavía no ha nacido. La Iglesia Católica celebra siempre los nacimientos, todo nacimiento. En su calendario litúrgico lo hace de dos: san Juan Bautista y Jesucristo. Ambos nacimientos son muy especiales. El primero, por las circunstancias que lo rodean: ancianidad de los padres, mudez temporal de Zacarías, imposición del nombre de Juan… El segundo -la Encarnación del Verbo, la Segunda Persona de la Trinidad-, en unas condiciones bastante dramáticas, dentro de una gran sencillez y pobreza, cuenta con el reconocimiento de pastores y de ángeles.

Pero la pregunta que hay que hacerse en primer lugar no es tanto qué será, sino qué es ya: es un hombre, varón o mujer. Un hombre creado por Dios a su imagen y semejanza. Con una dignidad que no tiene ningún otro ser de la creación. El único “capaz de conocer y amar a su Creador”, la “única criatura en la tierra a la que Dios ha amado por sí misma” (Gaudium et spes, 12, 24). Toda la creación fue hecha para el hombre, y éste para servir y amar a Dios. Así lo escribía san Juan Crisóstomo en el siglo IV: “¿Cuál es, pues, el que va a venir a la existencia rodeado de semejante consideración? Es el hombre, grande y admirable figura viviente, más precioso a los ojos de Dios que la creación entera; es el hombre, para él existen el cielo y la tierra y el mar y la totalidad de la creación, y Dios ha dado tanta importancia a su salvación que no ha perdonado a su Hijo único por él. Porque Dios no ha cesado de hacer todo lo posible para que el hombre subiera hacia Él y se sentara a su derecha” (Sermones in Genesim 2,1).

Nuestro destino es gozar de Dios, sentarnos a su derecha. Eso es la santidad. La santidad no es cosa de unos pocos, sino de todos. Nos lo ha recordado el Concilio Vaticano II y es hora de que los católicos tomemos buena nota: “Todos los fieles cristianos, de cualquier estado o condición, son llamados a la plenitud de la vida cristiana y a la perfección de la caridad” (Lumen gentium, 40). ¿Qué quieren decir si no las palabras de Jesucristo: “sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto?” (Mt. 5,48). Cuando se gesta un niño, hemos de pensar: he aquí un hombre, a quien Dios quiere, a quien Dios ama por sí mismo, a quien hace a su imagen y semejanza, a quien infunde un alma. He aquí un hijo de Dios. Y a la pregunta, ¿qué será este niño?, deberíamos contestar: santo. No tanto si albañil, dependienta, peluquero, policía, empresario o médico. Ni si se casará o no se casará. Todo esto es importante, pero no es la primera pregunta ni debe de ser tampoco nuestra máxima preocupación.

Yo no sé qué pensarían don José Escrivá y doña Dolores Albás en los últimos meses del embarazo del segundo de sus hijos. Pero como a todos los niños, Dios lo quería para sí. Libremente, porque Dios nos quiere libres. Y ese niño, como tantos otros, respondió que sí. Fue capaz de “conocer y amar a su Creador”. Ese fue su triunfo y ese debe de ser nuestro triunfo, pidiendo siempre la ayuda de la gracia.La vocación sacerdotal de Josemaría Escrivá costó algunas lágrimas a su padre, que veía cómo naufragaban sus planes, su novela. Él había pensado muchas cosas, muchas posibilidades en las que su hijo podía triunfar. ¡Pero el sacerdocio! Eso no lo había considerado en ningún momento, ni tampoco su esposa.

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