Durante el mes de julio nos han ayudado cuatro seminaristas en la atención de grupos de diversas nacionalidades y en la celebración de los actos de culto en el santuario. Procedentes de Asia, América y África, Felipe, Simon, Carlo y Roberto han adquirido una experiencia pastoral que no dudan en calificar de «extraordinaria».
Felipe Wang tiene 23 años y estudia el tercer curso del Bachillerato de Teología en la Universidad de Navarra. Nació en China y pertenece a la diócesis de Pekín. «Estoy muy contento, acumulo mucho aprendizaje en estos días: el acolitado en las celebraciones, el atender a los peregrinos… Además, aquí he rezado mucho por mi país ante la Virgen de Torreciudad, y tambén por mi vocación. Y he tenido el privilegio de poder tocar el órgano, que es mi pasión, y de aprender en los ensayos de la organista titular del santuario. Ha sido un gozo muy grande».
Carlo Malaluan tiene 24 años y comparte aula en la facultad con Felipe. Nació en Imus, en las Islas Filipinas, y ha quedado muy sorprendido de la devoción a la Virgen que tiene el pueblo: «es muy profunda, es real, algo muy íntimo. Aquí he visto que los peregrinos no solo son devotos, sino que son verdaderamente hijas e hijos, porque aquí podemos experimentar el inmenso amor de María hacia nosotros. Gracias a eso he aprendido a mejorar en mi servicio a la Iglesia, y he experimentado una muy buena relacion con otras personas, de las que estoy aprendiendo y con las que comparto mis dones».
Simon John Nyanda nació en Mwanza (Tanzania) hace 26 años, y estudia un curso posterior a sus compañeros. También él ha quedado impactado de la fuerza con que se vive en Torreciudad el cariño a la Madre de Dios: «he estado en Lourdes, en Covadonga, en Fátima, pero debo decir que aquí hay una intensidad especial en el amor a la Virgen María, es algo muy particular. Me ha movido a estar muy dispuesto a servir en mi futura vocacion, a rezar por todos y cada uno de los que vienen aquí, uno por uno, aunque no sean creyentes, quizá precisamente por eso, para que María les ayude a convertirse».
Roberto Largaespada también estudia cuarto curso del Bachillerato de Teología, pero en la Universidad de la Santa Cruz en Roma. Es natural de Managua, Nicaragua, y tiene 30 años. Ha quedado conmovido al comprobar la devocion de las familias locales a la Virgen de Torreciudad, la misma que tenían los padres de san Josemaría. «He comprobado que es una maravilla cómo la arquitectura y el arte permiten desplegar en cada lugar un significado que lleva a Jesús por María, y que puedes transmitirlo a los que vienen, compartirlo con ellos en una breve pero intensa catequesis. Personalmente, ver lo contenta que se va la gente me ha llenado de fe, de cariño a María, porque aquí evidencia su maternidad. Es impresionante, lo veo en esas vidas, veo la accion de una madre. Eso me ha confortado muchísimo, he oído esos testimonios que me han llenado de impulso para seguir con alegría en mi vocación».
