El 9 de agosto el organista titular de El Pilar de Zaragoza, Juan San Martín, protagonizó la segunda actuación del Ciclo de Órgano de Torreciudad. En la imagen aparece con su mujer e hijas, con Maite Aranzabal, organista de Torreciudad, y los organizadores de los Festivales de la Ribagorza, Santi Lleida y Sara Badel.
El pasado viernes, 9 de agosto, el organista titular de la basílica de El Pilar de Zaragoza, Juan San Martín, protagonizó la segunda actuación del Ciclo Internacional de Órgano de Torreciudad, unido al Festival de la Ribagorza “Clásicos en la Frontera”. El público asistente coincidió en apreciar que se trató de un concierto muy fácil de escuchar, con una gran variedad de estilos y compositores y una excelente ejecución.
Al concierto acudieron desde Zaragoza personas relacionadas con la música de órgano, como el director de música de las catedrales de El Pilar y La Seo, José María Berdejo, así como representantes del Festival de la Ribagorza, como Sara Badel, directora técnica, y Santiago Lleida, director artístico. Se da la circunstancia de que Santiago estudió música con José María y ambos tuvieron la agradable sorpresa de encontrarse en el santuario.
El programa fue detalladamente escogido por San Martín, que lo inició con la “Fanfarria” de Jackson a modo de toque de atención, como una llamada realizada con las trompetas de la batalla. Fue un comienzo al mismo tiempo festivo que sirvió de preludio a la entrada propiamente dicha de la actuación, una marcha de Dupré, a la que siguió la “Chanson de nuit”, del compositor británico Elgar, una pieza muy “cantábile” que creó un ambiente meditativo, propio del atardecer y del título de la composición, coincidiendo con la hora del concierto.
Camille Saint-Saëns sorprendió con su “Danza macabra”, una pieza que comienza con las doce campanadas que simbolizan la llamada de la muerte. A pesar del título, tiene un carácter festivo, por la creencia del compositor (católico) en la resurrección. El poco conocido Eastophe Martin presenta “Evensong”, una obra muy mística que empieza en la lejanía (efecto que se consigue con el órgano expresivo) y se agranda hasta llegar al clímax central, cerrándose de nuevo en un ambiente de recogimiento.
Esta pieza preparó la siguiente, “Catedrales” de Vierne. El intérprete la escogió teniendo presente la grandiosidad de la arquitectura del santuario, ya que fue compuesta pensando en las catedrales góticas. Louis Vierné fue organista de Notre Dame de París desde los treinta años hasta su muerte, que le sorprendió sentado en el banco de “su” órgano. San Martín supo jugar con el colorido de los registros del gran órgano de Torreciudad, reflejando, con sonidos, el ambiente místico del gótico, con sus bóvedas nervadas y la luz tenue tamizada por las vidrieras multicolores. El clima creado por esta obra fue muy especial, a lo que ayudaba el gran retablo de alabastro.
Como broche de oro del concierto pudo escucharse el “Carillón” de Vierné, que recoge la popular melodía del reloj de la torre de Westminster. El tema se escucha desde el principio hasta el fin en un continuo “crescendo”. Tras un caluroso aplauso, el público recibió el regalo de dos “bises”. El primero fue la “Arlesiana” de Bizet, y el segundo, una improvisación sobre el “Ave María” popular de Torreciudad que se le entregó en ese momento. El talento de San Martín brilló especialmente en esta ocasión, pues no en vano es el profesor de Improvisación del Conservatorio Superior de Música de Aragón.
Al terminar el concierto San Martín tuvo tres oyentes de excepción: María, su mujer, y Valeria y Valentina, sus hijas mellizas de 8 meses. Aunque las pequeñas necesitaron de toda la habilidad de la madre para evitar los lloros, pudieron escuchar a su padre que agradeció