Según el rector, Javier Mora-Figueroa, la festividad de la virgen de Torreciudad es “motivo de alegría y acción de gracias”, quien después de la misa recibió y pesó ocho niños de hasta diez meses de edad.
Familias de agricultores de localidades vecinas al santuario manifestaron también su satisfacción por “la lluvia y el cambio de tiempo”, y unas dos mil personas cantaron los Gozos y gustaron la Caridad, con mil trozos de torta y sesenta litros de vino, mezcla de parrel y garnacha, procedentes de la bodega de José Blanco, de Secastilla.
El acto central de la jornada fue la misa, en la que cantó la Coral de Alerre, dirigida por Conrado Betrán. Después se cantaron los Gozos y se ofrecieron los niños, con su peso en aceite. Fueron presentados Lucía Reguera, María González-Carrascosa, Laura Beldarrain, Irene Pich, Rocío Luque, Pastora Valdecantos, Beatriz Acín y Tomás Saumell. Cada niño recibió una medalla, un rosario y un certificado firmado por el rector.
Junto a participantes de varias comunidades autónomas y países que pasan unos días de descanso en los alrededores de Torreciudad, hoy destacó la presencia de vecinos de localidades cercanas. María Teresa Sesa y Eusebio Salas, de Barbastro vienen de toda la vida, y recuerdan con emoción cómo “la familia de María Teresa guardó la Virgen durante la guerra”.
Alberto Beguer y María Gazo Calasanz, de Estadilla, están muy satisfechos, también por “el regalo de lluvia, y con pena por la procesión, que no pudo celebrarse”. “A nuestro hijo –recuerdan- lo trajimos cuando tenía nueve meses porque le daban unos ataques que se quedaba como medio muerto. Aprovechamos para pasarlo por el manto y le pusimos una medalla que todavía conserva y ahí está el chaval ahora hecho un monstruo con 39 años”. Carmen Puyal, de El Grado, está muy feliz por estar un año más en Torreciudad, al igual que su nuera Tere, de Graus.
La tradición de la convocatoria y el recuerdo de las romerías a la antigua ermita, antes del nuevo santuario, permanece en la memoria de muchos, como Segundo, José Antonio Reguera y Gloria, José Luis Durán Baldellou y José Lacambra, de El Grado, Joaquín Durán y Antonio Lafuente, de Ubiergo, o José Ramón, de Capella. José Blanco, de Secastilla, comenta que “vengo desde cerca de 50 años”, al igual que Jesús Cosculluela, de El Grado, que destaca la animación, a pesar de la lluvia, y que venía desde Puy de Cinca.
Hay también ribagorzanos que viven en otras ciudades, como José María Durán, que trabaja en Igualada. Habla de “día fantástico, ves a gente de los pueblos, un gran día que disfruto desde hace 58 años”. Su hija Nuria ha venido a pedir por la familia, y ésta es otra intención presente en muchos comentarios, como en el caso de la francesa Anne Crosson-du-Cornier, con sus hijos Ives y Pierre, y que destaca “la piedad, la música y el colorido”.
María José y Alejandro han venido de Barcelona a ofrecer a su hija Rocio: “ha sido muy emocionante porque son tradiciones muy bonitas ya que se hacen en familia, con los hijos, los padres y abuelos”.
José Antonio y Gloria son de El Grado: “hemos venido a ofrecer a nuestra tercera hija que se llama Lucía y tiene tres meses. Le hemos pedido a la Virgen para que crezca con salud, tanto ella como los otros dos hijos que tenemos”. “Puede ser que mis padres vinieran a ofrecer a sus hijos, es una tradición muy antigua que se perdió pero que desde hace unos años se ha vuelto a recuperar”.
Ricardo y Mariano, de la Coral de Alerre, destacan que se trata de “una jornada entrañable que en la que se trata de pasar el día junto en familia y en reunión con los vecinos”. José María la Plana, nacido en de Puy de Cinca: “vengo desde que soy un crío y ahora estoy intentado pasar la tradición a los hijos, así que ya somos varias generaciones las que venimos a la fiesta de la Virgen de Torreciudad. La ermita me ha gustado de siempre, le tengo mucha devoción”.