Skip to content Skip to footer
Aniol Botines (oboe) y Maite Aranzabal (órgano) protagonizaron la actuación de clausura de la XXII edición del Ciclo Internacional de Órgano de Torreciudad.

La iglesia del santuario de Torreciudad ofreció el pasado viernes un aforo prácticamente lleno para recibir a Aniol Botines y Maite Aranzabal. Ambos intérpretes protagonizaron la última actuación del Ciclo Internacional de Órgano de Torreciudad, una clausura que tuvo como instrumentos de referencia el oboe que hizo sonar el músico catalán y el órgano que tocó la organista vasca, titular del santuario.

En palabras de Botines, el programa escogido fue “muy ecléctico y original”, mientras que Aranzabal lo calificó como “un menú degustación, lo exquisito en pequeñas porciones”. De hecho, todas las impresiones coincidieron en comentar que el planteamiento fue idóneo: breve (alrededor de una hora) y variado. Para el tipo de público que asiste, esta fórmula de piezas pequeñas es muy adecuada porque dota al concierto de mucha agilidad.

Y en efecto, pudo escucharse a lo largo del recital desde música propiamente “clásica” hasta una jota aragonesa, una habanera, un villancico vasco o una nana gitana. En todo caso, hubo un predominio de la música francesa, de la mano de Ravel (Pieza en forma de habanera), el vivo carácter de dos obras de Pierné (Preludio para órgano solista y Pieza en sol menor) y los rasgos impresionistas de Clérisse en su Al filo del agua.

Comenzó el concierto con dos arias de Mendelssohn pertenecientes a sus dos grandes oratorios bíblicos, enormemente influenciados por J. S. Bach: Elías y Paulus. Al finalizar el concierto, el oboísta hizo una nueva versión de la primera de ellas, esta vez con su potente voz de tenor, sorprendiendo gratamente al público asistente.

El Concierto para oboe y orquesta (transcrito para tecla) de Bellini fue una de las obras de mayor dificultad técnica para el instrumento solista, que salió muy airoso del reto planteado. También hubo espacio para el nacionalismo musical español de la mano de uno de sus máximos representantes, Manuel de Falla. De las 7 canciones escritas para soprano y piano se interpretaron tres: El paño moruno, Nana y Jota. Esta última entusiasmó al público también por el arranque de castañuelas en medio de la pieza. No en vano muchos de los asistentes procedían de cercanas poblaciones aragonesas como Artasona, El Grado, Graus, Estadilla, Barbastro o Monzón.

Asimismo, estuvieron presentes dos autores vascos: Tomás Garbizu, con su magistral armonización del villancico popular Ixil Ixilik, y Víctor de Zubizarreta con Aleluya, a cargo del órgano, donde pudo apreciarse el imponente sonido de los 4.072 tubos del órgano del santuario, obra del maestro organero Gabriel Blancafort. La actuación finalizó con Balada y Memorias del afamado saxofonista navarro Pedro Iturralde, a quien pudo escucharse en directo en la anterior edición del Ciclo.

Entre los asistentes se encontraba un grupo de músicos franceses que está realizando un curso de órgano en Roda de Isábena impartido por Christian Ott -organista de la catedral de san Luis de Versalles- junto con su esposa y concertista de arpa, Isabelle Lagors. También acudió la familia de Aniol Botines que, tras visitar varios lugares cercanos, subrayó la excelencia de las Salinas de Naval, el yacimiento romano de Labitolosa y la belleza y tranquilidad del valle de La Fueva.

La directora del ciclo, Maite Aranzabal, realizó un balance muy positivo del ciclo de este año, resaltando el constante aumento del número de asistentes. “Resultó un acierto -indicó- apostar en su día por la fórmula “órgano + instrumento solista”, porque se trata de una combinación musical que resulta muy atractiva para el gran público».