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Durante todo el mes de agosto, desde hace nueve años, el Departamento de Música del Santuario de Torreciudad organiza un Ciclo de música religiosa. Un año más me he acercado a estas tierras desde Valladolid para disfrutar de algunos de estos conciertos.

En primer lugar, quisiera elogiar la figura de la directora del departamento de música y organista titular de Torreciudad, Soledad Mendive, por organizar varios ciclos de música y conseguir la divulgación del buen arte en el Alto Aragón, como en el de la Ribagorza, que lleva a todos los pueblos de esta comarca oscense buenos intérpretes y estilo musical erudito.

Pero quisiera centrarme en las audiciones en el santuario. Torreciudad se caracteriza por tener uno de los mejores órganos de Aragón. Sus más de 4000 tubos permiten una variedad tímbrica total y la sonoridad de órgano facilita la interpretación de todos los estilos musicales. Aunque quizá, por la arquitectura moderna del templo y por los diferentes registros del órgano, podemos decir que el estilo más acorde es el contemporáneo. La técnica interpretativa de este gran instrumento es realmente compleja. La consola se sitúa a 17 metros de los tubos y la transmisión al ser electrónica hace que los teclados sean bastante delicados. Sólo un interprete de gran calidad es capaz de sacarle todo su rendimiento. Por eso solo han pasado por este ciclo los mejores concertistas del mundo.

Este año hemos podido disfrutar de John Scott, organista titular de la Catedral de San Pablo de Londres. Proclamado organista del año de América. Nos ofreció un concierto de gran altura. La primera parte se caracterizó por obras barrocas: un concierto de Haendel con una sonoridad contrastante, efectos de diálogo entre los registros tímbricos. Me llamó la atención que se escuchaba muy bien el bajo continuo en contraste con las otras voces. En muy poco tiempo Scott se hizo con el dominio del instrumento. La segunda parte del concierto fue realmente significativa, pues interpretó una sinfonía contemporánea de Vierne.

El segundo concierto corrió a cargo de la joven intérprete María Nacy. Un comienzo barroco con Bach dio paso a sonoridades totalmente contemporáneas con base en contrastes tímbricos, ritmos aleatorios, dinámicas efectistas y armonías atonales. Este tipo de conciertos exige una cierta enriquecimiento musical al público, lo que demuestra que el Ciclo de Órgano ha llegado a su plena madurez.

El último concierto en el que estuve presente estuvo protagonizado por la Orquesta de Cámara del teatro Bolshoy de Moscú. Pese a la escasez de medios se logró una sonoridad amplia, reforzada por el órgano. La sinfonía de Shostakovich dedicada a la memoria de las víctimas de la guerra destacó por su intimidad y dominio de los efectos dinámicos. Su director Dimitri Loos demostró que es capaz de sacar todos los detalles y matices a las obras que interpreta su orquesta y se le debe elogiar que su poderío gestual estuviera más relajado en esta ocasión como pedían las obras.

En definitiva, este ciclo donde se intercalan un gran número de obras con sonoridad contemporánea y que está interpretado por organistas de reconocido prestigio demuestra que es un evento que los oscenses no deberían perderse. La madurez de la música ha llegado al Alto Aragón. A buen seguro, el año que viene volveré.

(Licenciado en Bellas Artes y Musicología)