Madre Mía: No sabes cuánto me ha costado llegar hasta aquí….
Estos angelillos también quieren estar contigo pero yo te prometí que vendría a verte..
¡Aguántame por fa que ya estoy arriba!
Mira Madre los querubines regordetes: uno ya se ha quedado frito y el otro intenta despertarle cantándole al oído.
Nos hemos reunido unos cuantos para felicitarte y cantarte.
¡Que contenta estoy Madre!
No me mires así que me derrites….
Mira este angelote que me sostiene, lo cotilla que es. Está enfrascado en nuestra conversación… pero sabes Madre, no me importa porque gracias a él estoy a tu vera.
Los de abajo del todo están un poquino molestos porque he ido subiendo apoyándome en ellos y los pobrecinos, se han quedado en el mismo sitio. Pero son más buenos que yo, ¡eso te lo digo yo, Madre Mía! Sabían la ilusión tan grande que me hacía de acercarme a darte un beso y no me han impedido el paso.
¿Ves estos dos de aquí arriba? Éstos te quieren con locura…pero yo te quiero más que todos ellos.
¡Que guapa estás Madre Mía! Déjame que te colme de mil besos. No puedo dejar de mirarte…
¡No dejes de mirarme!
¿Has visto compañero mío la suerte que tienes de estar aguantándome? Puedes contemplar conmigo la belleza de la Madre más Hermosa de Cielos y Tierras…
¿Puedo preguntarte algo Madre Mía? ¿Por qué me has escogido entre tantos angelillos? ¿Quién soy yo para merecer tal privilegio? Si soy un Angelillo inquieto y revoltoso que no para de saltarse todos los protocolos solo por poder estar un ratino a tu vera, solo para arrancarte una pequeña sonrisa…
Te llevas la mano al corazón, ese corazón que tanto me ama…¿Me quieres Madre Mía? Yo te quiero con toda mi alma.
Mira este ángel grandullón, baja la cabeza al escucharnos hablar. No me da vergüenza que tu también hayas oído este diálogo de Madre e hija. No tengo nada que ocultar. Que se enteren todos los ángeles y querubines, todos los aquí reunidos, que se entere mi Rey que soy feliz por tenerla como Madre, por estar en las alturas, sentada junto a Ella.
Déjame abrazarte fuertemente, prometo no arrugar tu vestido.
¡Que tez más bonita la tuya! Me gusta acariciar tu mejilla y sentirte tan cerca. Me gusta cuando me besas en la frente y tocas mis pies regordetes…
¡Ay Madre Mía, te quiero con locura!
No tengas envidia amigo mío que ya me voy para dejarte paso pero no te olvides de decirle a mi Virgencina que cuando todos la hayan felicitado, me escaparé de nuevo para dormirme entre sus brazos.