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Queridísima Madre:
Hoy quisiera poner en tus manos a todos los sacerdotes de este mundo para que sean siempre fieles, felices y perseverantes en su camino, para que sepan ser el mismo Cristo y sepan hacerlo ver a los demás. Aquí dejo a aquellos que ya lo son pero aunque no los conozco tampoco, quiero dejarte aquí también a los que están por venir. Que no tengan miedo a decir Sí a tu Hijo, que se entreguen por entero a su Corazón y que descubran así la alegría de servir…
Todos los bautizados estamos consagrados a Él pero a veces el miedo a lo desconocido nos hace débiles. ¡Dales fuerza Madre para no titubear! Porque es tanto lo que van a recibir…
Y no me olvido del Papa Francisco, Benedicto, el Prelado…no puedo poner nombres a todos pero tú ya sabes quiénes son. Guíalos Madre para que sean siempre almas locamente enamoradas…Si supieran cuán grande es el don que tienen cuando en sus propias manos se abaja a ese pan y ese vino el Señor…Son almas que contemplan en cada Santa Misa el milagro más grande y esto ocurre entre sus manos…Como quisiera Madre que en esos momentos tan íntimos con tu Hijo, estos sacerdotes supieran realmente cuánto los ama.
Y los cristianos, que nos diéramos cuenta de la gran suerte que tenemos de tenerlos para poder recibirle, tratarle, para rectificar nuestros errores., Para que nos ayuden y nos orienten en Amor.
Te quiere con locura, tu hija.