Aquel encuentro me produjo un escalofrío que recorrió todo mi cuerpo.
Nos detuvimos una frente a la otra y nuestras miradas se perdieron en la retina de nuestros ojos.
¡¡¡Esos ojos tuyos tan preciosos!!! Esos que desprendían alegría al verme llegar. Esos que tenían un brillo especial que hacían tu mirada tan maternal…
¡Esos ojos que hablaban por sí solos!
No podía hablar. Mis labios estaban sellados pero me quedé allí con los pies pegados al asfalto…
Solo te sonreía dejando caer mis lágrimas silenciosas.
Tenía tantas cosas que contarte que había escrito en un papel todas las ideas que acumulaba en mi cabeza. No quería dejarme ni un solo detalle porque para Ti, todos eran importantes. Lo llevaba en el bolsillo de aquella camisa. No lo iba a sacar pero me daba seguridad saber que estaba ahí. Pero a pesar de ello, no logré pronunciar una palabra.
Esos ojos de mirada clara y profunda, me leían el alma. ¡Ya no me importaba nada! Solo quería abrazarte para que mi corazón al tuyo, hablara.
En ese momento, me sentí un alma mísera, pensando sólo en mí misma. Ni siquiera tuve el detalle de besarte, de abrirte mis brazos para acogerte, de preguntarte cómo estabas…
Me podía la ilusión de estar contigo, de ese reencuentro tan esperado y me había olvidado por completo, de recibirte como realmente merecías.
Esos ojos me miraban con ternura sin reprocharme nada y me invitaban en aquel silencio a escuchar todo lo que decías…
Me hablaban con tal dulzura que no pude negarme a todo lo que me pedías.
¡¡Esos ojos,de nuevo, cautivaron este pequeño corazón!!