Esta es la conversión de un poeta cuya confesión bien pudo ser así:
La Virgen tiene los ojos verdes, como mi madre.
Que grandes tus ojos verdes
y que cara tan morena
cuando miran luminosos
es de noche en mi alma entera
Era la noche tan queda
de mi alma fría y negra
me miraron esos ojos,
cerca tu cara morena.
Hacia ti mis manos tiemblan,
cubiertas de tantas penas,
sollozos mientras me oculto,
entre las tuyas serenas.
Y dormida yo soñaba,
verdes ojos que lloraban,
tu cabeza entre mis manos,
me acariciaban morenas,
claras lágrimas dejaban,
y las mías blancas eran.