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Diana García Roy ( Pamplona, 1972), escultora y licenciada en Bellas Artes por la Universidad Complutense de Madrid (1999), acaba de participar en un curso celebrado en Torreciudad, donde explicó que trabaja “la talla en piedra de arenisca y alabastro en un estilo arquitectónico más bien abstracto, aunque me atrae y valoro mucho el figurativo”.

Participante en numerosas exposiciones colectivas y en dos individuales, en el Cima Business Center, del Palacio de Miraflores, Madrid, y en otra realizada gracias a la Barta & Partners, García Roy dijo que “con mi obra busco plasmar la idea del hombre, que escoge espacios para vivir humanizándolo, volcando todo su yo, haciéndolos así suyos. Me fundamento en la arquitectura, que es mi principal fuente de inspiración”.

Esta artista se refirió también al Santuario de Torreciudad: “ no me deja de impresionar su buena realización, los ladrillos son estudiados en todos sus juegos de formas y combinaciones para crear ventanas, miradores, barandillas, columnas, celosías… está todo tan bien pensado y trabajado que me lleva a pensar en el gran cariño e ilusión con el que se hizo esta obra arquitectónica”.

En su opinión, “a ningún rincón por escondido que esté, le falta un detalle, una gracia, un pasadizo, una fuente… parecen aquí recogidos todos los materiales de esta tierra y el bello estilo de la construcción de los pueblos de la zona”.

Diana García Roy siente un particular cariño hacia el santuario, ya que “mi primera escultura en piedra fue incubada aquí. Y al volver cada espacio que recorro, cada arco que atravieso me siguen gritando. Me encuentro como inmersa en una pequeña ciudad en torno a su torre”.

Resumen de declaraciones

— Escultura: es una dedicación dura, difícil. Se necesita el apoyo de instituciones, de galerías, de personas que crean en ti. Hay muchos jóvenes artistas que podrían realizar una obra muy buena con el apoyo adecuado. Pero es más preocupante ver la falta de valores e ideales en la sociedad de hoy y que se refleja en el arte.

–Trabajo actual: una escultura de San Josemaría Escrivá para la basílica del Espíritu Santo de Madrid. Es un reto difícil pero muy interesante. Realizar una obra sacra que lleve a rezar, pero que a la vez sea auténtica obra de arte, con todo lo que esto conlleva, no es fácil y son escasos los ejemplos actuales. Es para mí un ejemplo y un gran maestro don Venancio Blanco.

–El retablo: me parece increíble. Tiene el orden, la armonía, la luz y la belleza de lo clásico, pero a la vez es una obra maestra de nuestro siglo, un estilo muy propio. Respeta y continua la historia de esta tierra al realizar un «retablo custodia» y al emplear la materia prima rica de la zona: el alabastro. Cada personaje trasluce una historia, son humanos, muy cercanos. Y a la vez Mayné espiritualiza las formas, consiguiendo que la escena irradie paz y lleva a contemplar, a rezar.

–Cristo de bronce: me quedo paralizada. Me encuentro al entrar con un hombre fuerte, de muy buena apariencia, que me mantiene la mirada desde la cruz. Pero se trata de una invitación pacífica, reclama amor. La fuerza de esta escultura radica en su gran realismo, lleno de belleza, y en la actitud tranquila del crucificado, dueño de la situación y por encima de ella.
El hecho de que el bronce se haya mantenido dorado nos recuerda que el hombre que tenemos ante nosotros es divino. Y esa mirada directa del Cristo vivo, es una apelación personal, una invitación a responder, una llamada a rezar.