El presidente de la Fundación Luis de Azúa, Luis Gonzaga, resalta “la receptividad creciente de la sociedad aragonesa hacia las necesidades de los deficientes, en relación a su atención legal y afectiva”. Gonzaga participó en el Encuentro Mariano de Familias con Discapacitados, celebrado en Torreciudad el 26 de mayo, y explicó el trabajo de la Fundación creada en 1995 para tutelar deficientes mentales huérfanos: “ejercemos la tutela jurídica y también la afectiva, suplimos a los padres o familiares, y tenemos a 25 personas en tutela”. Resaltó “nuestro agradecimiento al santuario por este acto y vuestra fenomenal acogida”.
Gonzaga explicó que “actividades como ésta de fin de semana nos vienen muy bien, para favorecer el trato social y el tiempo libre de personas que pueden sufrir una tremenda soledad”. Pidió además “la llegada de nuevos voluntarios, porque son necesarios y esto es algo que engancha, recibes mucho más de lo que das”.
Este asesor de empresas de 45 años lleva “desde los 15 años en trabajos de voluntariado y solidaridad” y saca tiempo para presidir e impulsar esta Fundación que cuenta con trece personas más en su órgano rector, junto a “los delegados tutelares”, que son “voluntarios que acompañan a nuestros deficientes, que en otro caso no tienen a nadie que les atienda”.
Luis explica que “ejercemos la tutela jurídica, siempre al término de la vía judicial, lo que significa que suelen ser procesos largos, que duran entre uno y dos años. Ahora tutelamos veinticinco y esperamos otros cinco”. Las personas acogidas por esta Fundación de ámbito aragonés tienen entre 30 y 70 años, con una edad mental de cinco a catorce años.
“Durante la semana están en los centros dependientes de asociaciones diversas, como ATADES, y nosotros suplimos a padres y familiares a través de un delegado voluntario que se convierte en el referente afectivo para el enfermo”.
Según Gonzaga, “estas personas pueden sufrir una tremenda soledad acompañada de depresión, cuando se quedan sin familiares. Suelen proceder de un entorno familiar donde están superprotegidos y la desaparición de la familia es muy dura”. Señala que “algunos fines de semana les llevamos a su casa, barrio o pueblo, donde están sus raíces y se sienten ligados, con un efecto muy beneficioso”.
El presidente de la Fundación insiste en “la necesidad que tenemos de contar con más voluntarios que puedan atender a cada deficiente. Anima mucho experimentar cómo dan cariño nuestros enfermos y a la vez cuánto cariño necesitan”.