Sesenta chicas de cuarto y quinto de primaria han convivido durante nueve días en el albergue de Ligüerre de Cinca (Huesca), para participar en un curso de verano organizado por las asociaciones juveniles Alcubierre, Cantal, Villanúa, Alcanadre, Entrearcos y Las Murallas, de Zaragoza, Huesca, Barbastro y Teruel. El programa de actividades combinaba clases de inglés con manualidades, teatro, deporte y excursiones.
Es el tercer año que se organiza este curso. Cristina Royo, coordinadora de la actividad, afirma que «la actividad busca que las niñas aprendan a convivir y se conozcan», y para eso, «escogimos el albergue de Ligüerre, porque la gente te recibe estupendamente, es un lugar muy tranquilo y tiene un entorno natural precioso». A Royo le han ayudado once monitoras, que se mostraron satisfechas, como señala la zaragozana Rocío Divar: «El año que viene repetiremos, porque es muy enriquecedor tanto para las niñas como para nosotras».
El día se repartía entre clases de inglés, deporte, manualidades o excursiones. A Cristina, zaragozana de once años, la actividad que más le gustó fue la de inglés, pues «nos enseñaban el idioma con juegos, que siempre es más agradable; y además, mi equipo ganó al pasapalabra». Sin embargo, la turolense Rocío, del Club Las Murallas, apuntaba que lo mejor llegaba después de comer, en la actividad de manualidades, «porque aprendíamos a hacer cosas útiles, como un cepillo de dientes o un abanico».
Y para las más atrevidas, tuvo mejor acogida lo deportivo, que se centraba en las piraguas y el tiro con arco. Así lo manifestaba la oscense Rocío, de diez años y del Club Alcanadre, quien apuntó que «era el momento de mojarse y mojar a las demás; o a ver quién era capaz de dar en la diana».
El programa también contó con varias excursiones. Los lugares escogidos fueron el embarcadero de Ligüerre, las pozas del Río Susía y el santuario de Torreciudad, porque «son sitios tranquilos y bonitos», destacó Royo. Destaca también la reciente ruta de “Las atalayas medievales del Cinca”, que incluye Samitier, Abizanda, Escanilla, Torreciudad y el propio Ligüerre, a lo largo del río Cinca.
Por otra parte, aunque la convivencia contó con mayor participación zaragozana, al final del curso «las niñas tenían un sabor amargo de despedida», destacó Royo. Y la razón la daba Miriam, de diez años: «Los días se han ido volando, porque una se lo pasa super bien y te da pena separarte de las amigas que has hecho, sobre todo cuando son de otros sitios». Pero «el año que viene repito seguro».