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Publicamos el vídeo con la homilía pronunciada por el obispo de Vitoria, mons. Juan Carlos Elizalde, durante la celebración de la 30ª Jornada Mariana de la Familia en Torreciudad el 17 de septiembre de 2022. Debajo, el texto completo:

Texto de la homilía

30 JORNADA MARIANA DE LA FAMILIA. TORRECIUDAD.

Amigos, ¡Feliz Jornada Mariana de la Familia! ¡La Virgen de Torreciudad nos bendice en esta Jornada número 30! ¡Cuántas ganas después de dos años sin reunirnos! ¡Cuántas cosas le traemos en el corazón! ¡Cuánta emoción! Quiero recoger el sentir de los Vicarios de la Obra, del Rector de Torreciudad, de los sacerdotes concelebrantes y de nuestro diácono de Vitoria, al dirigirme a todos vosotros. Este santuario mariano tiene un sello de identidad muy claro ¿cuál? ¿Qué es lo específico de este santuario mariano? ¡Es el santuario de la familia! Es tu santuario porque es el santuario ¡de tu familia!

San Josemaría lo dijo así: “A Jesús se va y se vuelve por María. Queremos ser el santuario de las familias, que con su presencia sean continuadoras de una devoción secular y de una piedad popular maravillosa». Yo nunca había peregrinado a Torreciudad y esta mañana hemos bajado con devoción a la ermita donde su madre prometió traerlo, y lo trajo en mula, cuando a los dos años fue curado, inexplicable, milagrosamente, de una grave enfermedad.

Hoy, 17 de septiembre, en Torreciudad, es el comienzo de curso de tu familia. Me atrevo a preguntarte: ¿Qué pinta tiene este inicio de curso en tu familia? ¿Con qué retos comienzas? ¿Cuáles son tus sueños, tus expectativas, tus prioridades? ¿Qué esperas de este curso en tu familia? En los momentos importantes de la vida, siempre volvemos al Evangelio. Venir a principio de curso al santuario de Torreciudad es volver al Evangelio. “Alégrate María llena de gracia. El Señor está contigo… No temas María, has encontrado gracia ante Dios.” ¿Te suena? Hay una promesa de felicidad en el fondo de tu corazón. Te casaste porque intuiste que la promesa de felicidad que Dios te estaba haciendo, se concretaba en esta persona. Formaste una familia porque creíste que Dios estaba allí. Hoy estás en Torreciudad porque crees que Dios te quiere feliz. Hoy rescatas esa promesa de felicidad que Dios te hizo en tu familia: alégrate, estás lleno de gracia, estás llena de gracia; el Señor está contigo. No temas, has encontrado gracia ante Dios.” Lc 1,30.
Pero entonces, dirá alguien, ¿y yo? ¿por qué sufro? Porque en una familia hay de todo y en la tuya también: conflictos, enfermedades, deudas, separaciones, ausencias e incluso difuntos. Me lo acabáis de decir algunos y lo estamos encomendando. Pero la familia sigue, se reinventa y se transforma, imposible detenerse, porque ¡está viva! ¡es del Señor! ¡es su proyecto!

En las dificultades siempre volvemos al Evangelio. “Ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible” Lc 1,36-37. ¡A ver si adivinas de quién hablamos! ¿De quién se dice esto? De Isabel, la prima de María, la anciana que concibió en su vejez. ¿Hay, hoy, algún imposible en tu familia? ¿Tienes algún imposible en tu vida? Pues éste es tu momento. Por eso estás aquí. Porque para Dios nada hay imposible. Esta certeza tiene una fuerza social transformadora increíble. Dios puede cambiar las cosas. ¡Mi vida puede cambiar! Hoy miramos a la Sagrada Familia de Nazareth y tomamos nota de lo que hace María, de lo que José nos aconseja y de cómo se porta el niño Jesús. ¿Qué nos dicen para empezar el curso? Hay muchos modelos de familia en nuestra sociedad. Si alguien encuentra un modelo mejor de familia que el de Nazareth, la familia cristiana, que lo siga.

1.- Miramos primero a María, la Virgen de Torreciudad. Ya se lo dijo Isabel: “Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre. ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor?… Bienaventurada la que ha creído, porque lo que le ha dicho el Señor se cumplirá.” Lc 1,42-45.
A la propuesta del Ángel para que fuera la Madre del Señor, María, desbordada como todas las mujeres responsables, mostró sus dudas: “¿Cómo será eso pues no conozco varón?” Y el Señor le dio la explicación que necesitaba: “El Espíritu Santo vendrá sobre ti y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios”. Lc 1,35.

Madres que estáis aquí ¿tenéis serias dudas en vuestra familia? Es el momento de confiarlas al Espíritu Santo, porque para Dios nada hay imposible. “Recibid el Espíritu Santo, a quien perdonéis los pecados, les quedan perdonados”. Las madres saben que hay cosas en las familias que, humanamente, son imperdonables. Sólo el Espíritu puede lograr el milagro del perdón. Por eso estás en Torreciudad.

¿Qué respondió finalmente María al Señor? ¿Qué dijo María? ¿Qué decimos en el Ángelus? “He aquí la esclava del Señor. Hágase en mí según tu Palabra.” Lc 1,38 No, porque no sabía castellano. “Fiat”. No, porque tampoco sabría latín. Como mujer judía ¿qué dijo María? María habría dicho “Amén”. Así es, que así sea. ¿A qué tengo que decir amén? Mi familia, por fin ¿a qué tiene que decir amén? ¿Qué tiene que aceptar, decidir o perdonar? ¡Pregunta familiar para el coche en el viaje de vuelta! ¿Qué dicen las madres, que son las que suelen tener una visión más global del proyecto familiar? Amén. Éste, y no otro, es el fundamento de la estabilidad social.

El sí de María siempre es causa de alegría: “En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre.” Lc 1,44. ¿Quién lo dijo? Isabel, otra vez. Tu sí que trae a Jesús al corazón de tu familia, hace vibrar de alegría el corazón de los nuestros, de nuestros amigos y vecinos. Cuando decimos Amén, siempre hay alegría. Decir sí al Señor trae armonía social y felicidad. Un saludo lleno de afecto a las autoridades que estáis aquí representando a tantos ciudadanos.

2.- ¿Qué nos dice San José? Lo acabamos de proclamar. “Se le apareció en sueños un ángel del Señor que le dijo: José, hijo de David, no tengas reparo en llevarte a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados.” Mt 1,20-21.
¿Es la única vez que José tiene estos sueños? ¿Tiene otros?

¿Qué le dice el Señor en esos sueños? “Levántate, toma contigo al niño y a su madre y huye a Egipto porque Herodes busca al niño para matarlo.” Mt 2,13 ¿Fue el último sueño? ¿y qué le dice en el tercero? “Vuelve a la tierra de Israel porque han muerto los que atentaban contra la vida del niño.” Mt 2,20. ¿Por qué le habla Dios en sueños? Porque si nos habla de día, nos defendemos y hacemos lo que nos da la gana. De día mandamos nosotros y tenemos la sartén por el mango. En sueños no nos podemos defender. Cuando sueñas ¿no sufres mucho porque te pasa y no puedes hacer nada? En sueños tenemos que abrirnos a lo que ocurre, no podemos huir, ni desaparecer.

Sueños en la Biblia es la pasividad, lo que nos desborda, lo que nos viene dado, lo que no podemos evitar. Sueños hoy son el paro, la enfermedad, el desánimo, la duda y mil situaciones que toda familia atraviesa. José, dice el papa Francisco en “Patris Corde” 4, no pide explicaciones sino que acoge. Su valentía creativa es el verdadero milagro: que de un lugar de animales hace un hogar, y se las apaña de noche para huir a Egipto salvando la vida de Jesús. Así que la vida de José es importante, no por su perfil personal, sino por las personas que acompaña y que crecen junto a él. Su vida es importantísima porque acompañó a las personas más importantes de la historia: María y Jesús. ¿Verdad que los padres os quejáis a veces porque no tenéis vida, ni tiempo para vosotros? ¿Qué os dice San José? Que la vida es grande por las personas que acompañamos. No por vuestra nómina, curriculum o habilidades. Padres que estáis aquí, vuestra vida es importantísima, es grandísima, es un tesoro, por las personas que crecen junto a vosotros. ¡Enhorabuena!

3.- Y finalmente ¿Cómo se porta Jesús? ¿Qué nos enseña el más pequeño de la familia? ¡Que Dios tiene un proyecto para cada uno! Y así se lo tiene que recordar a sus padres, cuando le reprochan al encontrarlo en el Templo: “¿Por qué nos has tratado así? Tu padre y yo te buscábamos angustiados.” Lc 2,48. Jesús perdido y hallado en el templo, ¿os acordáis? ¿Qué les contesta Jesús? “¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en las cosas de mi Padre?” Lc 2,49. La verdadera sabiduría de Jesús, la que asombró a los doctores del templo, es hacer la voluntad del Padre. Somos sabios, acertamos cuando hacemos la voluntad del Padre. Torreciudad para descubrir cuál es la voluntad del Padre sobre cada uno de nosotros y sobre nuestra familia. Alégrate, Dios tiene un proyecto para ti. ¡Un chico de 12 años ayudó a sus padres a dar con la voluntad de Dios!

¿Y qué hizo Jesús? “Él bajó con ellos y fue a Nazareth y estaba sujeto a ellos… Y Jesús iba creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres.” Lc 2,51. Jesús se fía de sus padres, obedece y va creciendo. Seguía confiando en ellos, aunque era adolescente y se daba cuenta de las limitaciones de sus padres. ¡Obedece con cariño tú también, si no quieres estancarte en la niñez más infantil o en la adolescencia más amarga! Os engañamos a los jóvenes cuando os hacemos propuestas aduladoras de una libertad egoísta, ciega y sin límites. ¡Jóvenes, no os dejéis engañar! El mundo de vosotros sólo quiere vuestro cuerpo y mientras sea joven. El camino de fe de vuestros padres y abuelos es un camino de plenitud y de felicidad. ¡Seguidlo!

¿Qué hacen María y José cuando pierden a Jesús? ¿Qué hace la Sagrada Familia en las crisis y en los conflictos? ¿Discutir? ¿Sacar los trapos sucios? ¿Echarse las culpas sin parar? La Virgen sufre, San José sufre, el niño Jesús sufre, todo el mundo sufre, ¡y nadie tiene la culpa! Hay situaciones en la familia, en la comunidad, en la Iglesia en que todo el mundo está sufriendo y ¡nadie tiene la culpa! Nos envenenamos cuando buscamos culpables. La familia que propone el papa Francisco, la familia de “Amoris Laetitia”, la familia cristiana, es una bendición para la humanidad y la mejor inversión para nuestra sociedad.

“Su madre conservaba todo esto en su corazón”. Lc 2,51. ¡Qué actitud más inteligente! Literalmente: recogía lo que estaba disperso y lo pasaba por el corazón. El caos de acontecimientos que vive una familia en el principio de curso hay que pasarlo por el corazón. Lo que no entendemos porque todo está revuelto, lo pasamos por el corazón. Y entonces hasta lo más pequeño tiene su sentido. “Tú, Belén de Efratá, pequeña entre las aldeas de Judá, de ti saldrá el jefe de Israel.” Miqueas 5,1. María entra y sale de la Palabra como de su casa y entona el Magnificat, ese entretejido de textos bíblicos en favor de los pequeños: “El Poderoso ha mirado la humildad de su esclava, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes.” Lc1,48 y 52.

¿Cuál es tu pobreza? ¿Tu pequeñez y fragilidad? Al Señor le conmueve nuestra debilidad. La vida nos pone en condiciones de indigencia, de intemperie y necesidad, condiciones en las que el Señor nos consuela. ¿Qué contestó el Señor a San Pablo cuando, por tres veces, le pidió que le quitara el agujón que le espoleaba? “Te basta mi gracia: la fuerza se realiza en la debilidad. Porque cuando soy débil, entonces soy fuerte.” 2 Cor 12, 9. En lo pequeño y frágil nos jugamos la madurez de la familia, en una sociedad que suele optar por la cultura del descarte. Es terreno sagrado, ahí está actuando el Señor.

En un relato de pastores, uno era tan pobre que no le puede llevar nada a Jesús, ni requesón, ni manteca, ni vino. Cuando María, sosteniendo al niño y no pudiendo recoger bien los presentes de los pastores, vio a un pastor en primera fila con las manos vacías, ¿qué hizo? Le plantó al Niño en sus brazos para que lo sostuviera mientras. Tu mayor pobreza no es una maldición sino ocasión de encuentro con el Señor. ¿Dónde hay pequeñez, pobreza y necesidad a tu alrededor? “María se levantó y se puso en camino de prisa hacia la montaña; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel.” Lc 1,39. Corrió a ayudar a su prima Isabel que, anciana, le necesitaba. ¿Dónde tengo que ayudar a mi alrededor? ¿Quién me necesita? ¿Qué me están pidiendo a gritos? ¿Cuál va a ser mi aportación en este curso? ¿Cuál es mi gracia, mi carisma, mi regalo? ¿En qué soy una bendición?

Al final el tema es muy claro. ¿Cuál es mi vocación? ¿En qué vocación puedo dar más? ¿A qué me está llamando a gritos el Señor? ¡Enhorabuena por estos jóvenes que están haciendo posible esta magnífica Jornada! Por ahí va el futuro, la esperanza y la alegría. “En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre.” Lc 1,44.

Termino. ¿Preparados para este curso? ¿Pase lo que pase? ¡Claro! “Sabemos que a los que aman a Dios todo les sirve para el bien”, Rom 8,28, acabamos de proclamar. “A los que había escogido, Dios los predestinó a ser imagen de su Hijo”. Rom 8,29. ¿Quieres ser imagen de su Hijo? La gente, el mundo, tus amigos necesitan a Jesús. Necesitan a la Sagrada Familia a su lado. ¿Queréis ser humilde imagen de la Sagrada Familia?

Lo que vayamos viviendo este curso, todo servirá para el bien. Todo lo ponemos ante la mirada de la Virgen de Torreciudad. Que el Señor pueda decir mirando la explanada: “Éstos son mi madre y mis hermanos, los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen.” Cf. Mt 12,49-50. Amén, que así sea.

+ Juan Carlos Elizalde
Obispo de Vitoria