Ha fallecido Palmira Laguéns Daroca (Zaragoza, 1935). Su vinculación con Torreciudad ha quedado plasmada de forma permanente porque se encargó de pasar a cerámica los bocetos de José Alzuet para los misterios del rosario que se contemplan bajo los soportales del santuario y en la cripta, y también las imágenes de la Virgen que hay junto al lampadario de velas y en el pórtico de la antigua ermita. También dibujó y coció los azulejos de los Dolores y Gozos de san José distribuidos en el camino que desde la explanada conduce hasta la ermita. En la imagen inferior podemos verla en uno de los momentos previos a la colocación de los azulejos del tercer misterio luminoso del rosario. Por su interés, reproducimos a continuación una entrevista que publicamos en el boletín de noticias de Torreciudad correspondiente al trimestre abril-mayo-junio de 2011, en la que Palmira reflexiona sobre la huella artística que ha dejado en el santuario.
«La luminosidad y el color en Torreciudad son únicos»
Palmira siempre ha sido autodidacta, “de pequeña dibujaba mucho”. Estudió Derecho y Pedagogía, pero el arte le atraía más. El encargo de Torreciudad le llegó después de muchos trabajos en cerámica realizados en Roma por indicación de san Josemaría Escrivá de Balaguer, entre ellos, una gran imagen del Ángel custodio que se encuentra en un patio de Villa Tévere, la sede central del Opus Dei. “Los Misterios del Rosario de Torreciudad son una obra conjunta con José Alzuet. Los Dolores y Gozos de san José los realicé yo mientras que él hizo las escenas del Via crucis”.
El color es un elemento esencial en estas composiciones. “Cada grupo de misterios tiene su propia tonalidad común: fría en los de Dolor, asociada al drama de la Pasión, cálida en los de Gloria, por la alegría y el gozo… Procuré que los fondos tuvieran profundidad y subrayaran la expresividad de cada escena mediante variaciones de luces, sombras y colores”.
Su oficio requiere pericia. Por ejemplo, los tonos rojizos son muy complicados de pasar al azulejo, pero “lo más crítico al realizar las cerámicas es el comportamiento del horno, siempre hay un factor de riesgo en el resultado de la cocción. Además, las piezas son frágiles y se pueden romper fácilmente”.
“Los azulejos que están resguardados de las inclemencias del tiempo tienen prácticamente la misma apariencia que el primer día”, indica Palmira al hablar de la durabilidad de la obra. “Sin embargo, los expuestos directamente a las lluvias y al viento requieren cuidados regulares para mantenerlos en buen estado”. De hecho, no hace mucho que repasó uno de ellos siguiendo un consejo que hace muchos años le dio san Josemaría al explicarle cómo imitar con pintura la presencia de mosaico en una pared.
El trabajo de los Dolores y Gozos le impactó interiormente, “conocí verdaderamente a san José, descubrí que su vida no tuvo nada de rutina, sino que la vivió con especial intensidad”. Ella suele decir que sus dolores fueron muy profundos, pero que también lo fueron sus gozos, y eso es lo que procuró plasmar en las escenas.
En su Carta a los artistas (n. 6), el beato Juan Pablo II decía que ellos “lo que logran expresar en lo que pintan, esculpen o crean es sólo un tenue reflejo del esplendor que durante unos instantes ha brillado ante los ojos de su espíritu”. Palmira tiene la misma experiencia interior, especialmente en los Dolores y Gozos: “yo vivía cada escena, casi se puede decir que estaba ahí junto a la Sagrada Familia… pero luego no logré plasmar lo mismo, no soy muy artista”, dice con humildad, y calla discretamente cuando se le hace ver que miles de peregrinos se ven y se verán movidos a la piedad al contemplar esas escenas. “Todos los trabajos pueden acercar a Dios, no sólo los de arte religioso”, concluye.
Recientemente el diseñador Óscar Caslán, del famoso equipo creativo “Cállate la boca”, ha realizado un dibujo del santuario que puede verse en la web de Torreciudad y que se ofrece como tarjeta postal en la Oficina de Información. “Es muy simpático, hasta divertido, a la gente joven le tiene que entusiasmar. Pero en Torreciudad el color y la luz proporcionan una variedad de tonos difícil de describir o de dibujar: los azules del cielo, la montaña con sus tonos verdosos cerca y agrisados en el horizonte, el blanco de la lejana nieve, los turquesas del embalse, los reflejos lumínicos de la arquitectura… Es un lugar único, bello y espiritual”.