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La neuróloga María Gudín, autora del libro Cerebro y afectividad, dijo el pasado 26 en Torreciudad que “Ramón y Cajal es una de las figuras claves para entender como funciona el cerebro humano y, de modo secundario, la afectividad”.

En su opinión, “conocer que el cerebro es capaz de una cierta libertad, que podemos modificar nuestras conexiones internas, equivale a decir que el cerebro es sujeto de libertad interna”.

En un coloquio celebrado con profesionales de varios países, Gudín señaló que “las geniales aportaciones de Ramón y Cajal han sentado las bases de la ciencia neuropsicológica moderna. A través de la psicoterapia podemos modificar las conexiones cerebrales y nuestra conducta”.

Para Gudín, los descubrimientos del Nobel aragonés nacido hace 150 años son trascendentales, porque “si todo el comportamiento humano estuviera mediado a través del cerebro y éste fuera un órgano inmutable, condicionado por una red de conexiones congénitas, la conducta humana no sería en sí misma modificable”.

Gudín, que posee el Premio “Alberto Rábano” 1992 a la mejor tesis doctoral en el área de Neurociencias, afirmó que “el hecho de que las neuronas sean elementos vivos independientes, capaces de modificar sus conexiones, permite decir que el cerebro pueda cambiar. Hasta Cajal, se pensaba en las neuronas como elementos fijos, ancladas unas a otras por una red de fibrillas que impedían todo movimiento”.

Especializada en epilepsia y formada en la Universidad McGill de Montreal, Gudín afirmó también que “cuando nuestros afectos se corresponden con lo que realmente somos y queremos, cuando somos capaces de educarlos y gobernarlos, somos afectivamente maduros”.

Explicó también que “la persona que se centra exclusivamente en sus sentimientos, excluyendo cualquier conexión con lo racional y la realidad, se neurotiza”. Dijo también que “un individuo neurótico en el que la visión de su propio yo se halla hipertrofiada y todos sus contenidos mentales se refieren únicamente a sí mismo, difícilmente captará emociones ajenas y es posible que se comporte como un inadaptado social”.

Para María Gudín, que trabaja en el Hospital Nuestra Señora de Alarcos, en Ciudad Real, “la clave de la felicidad y la madurez de la persona radica en el control de estados emocionales y en una correcta educación afectiva, que permita una convergencia entre aquello que pensamos, sentimos y queremos”.