Monseñor Omella, obispo de Barbastro-Monzón y responsable de la Conferencia Episcopal Española en Cáritas y Manos Unidas, intervino el pasado fin de semana en las I Jornadas del Voluntariado, organizadas por la ONG Cooperación Social y el Patronato de Torreciudad para estudiar “El voluntariado del siglo XXI: un servicio a la paz y a la concordia”.
La convocatoria formó parte del programa conmemorativo del XXV aniversario del santuario de Torreciudad. Monseñor Omella explicó la acción de la Iglesia a favor de los más necesitados, en un panel que contó con la presencia del director general de la Policía, Juan Cotino, y del profesor Rafael Termes, y que fue moderado por José Apezarena, director de los servicios informativos de la cadena COPE. En su intervención, el obispo describió los rasgos del voluntariado prestado por católicos, a partir de su raíz, ya que “sin el encuentro personal y comunitario con Cristo no podremos vivir la Caridad, ya que El es la fuente del Amor y de la ternura”. Después de referirse a las nuevas esclavitudes (como las derivadas de las drogas, el alcohol, etc.), describió “el variado panorama eclesial católico de servicio” a través de las obras de misericordia, “que son auténticas obras sociales”. Según sus datos, Cáritas cuenta con 65.000 voluntarios y Manos Unidas con otros tres mil, con 71 delegaciones en el Estado español.
En su intervención, mons. Omella destacó también que “las ayudas deben buscar la integración en la comunidad del beneficiado, sin quitarle el protagonismo del propio desarrollo”. En su opinión, junto a campañas puntuales, “es fundamental generar proyectos de desarrollo en las zonas donde se actúe”. Animó también a los voluntarios a no caer en el paternalismo, a ir a las causas de las necesidades y a no ser protagonistas. En cuanto a las ONGs afirmó que “no son empresas de colocación de gente sin trabajo” y que “deben evitar una excesiva dependencia de las subvenciones”. El responsable episcopal de Manos Unidas señaló que “hay que integrar al pobre dentro de la comunidad y evitar que siga siendo un excluido y mero receptor de acciones solidarias”. “La Iglesia –añadió mons. Omella– siempre ha tenido viva la necesidad de comprometerse con los pobres, de acuerdo con el mandato de Jesús”.
Alabó y resaltó además la continuidad y permanencia de los voluntarios y organizaciones católicas en las zonas de mayor necesidad en el mundo, a diferencia de otras presencias más breves. Por último, el obispo hizo hincapié en la necesidad de formación del voluntariado, ya que “la complejidad de los problemas actuales requiere un conocimiento profundo de los temas y, sobre todo, para evitar que se convierta en un conjunto de acciones aisladas realizadas de tiempo en tiempo para acallar la conciencia personal”.