La difundida revista italiana de información religiosa Maria con te publica en su número de noviembre un reportaje sobre Maria y Luca, matrimonio milanés con cuatro hijos que agradece a la Virgen de Torreciudad haberse conocido y casado, porque «nuestro encuentro lleva la firma de la Virgen», afirman.
Clicando encima de la imagen inferior puede descargarse el artículo en formato PDF; debajo ofrecemos una traducción al español.
La historia de un matrimonio y sus hijos que viven la espiritualidad del Opus Dei desde una perspectiva mariana
MARIA Y LUCA
«ELLA CUIDA DE NUESTRA FAMILIA DESDE NUESTRO PRIMER ENCUENTRO»
En la primera página, en la fotografía de la izquierda, Luca Rossanigo, 41 años, con su esposa Maria, 39, y sus hijos Anna, 11, Lucia, 10, Giacomo, 9 y Elisabetta, 6. A la derecha, la imagen de Nuestra Señora de Torreciudad, en España, que —dice la pareja— los quería juntos.
Los Rossanigo, 12 años de matrimonio, viven en Milán. «Le había pedido a Nuestra Señora de Torreciudad que me hiciera conocer al hombre de mi vida, prometiéndole que volvería con él para darle las gracias y así fue. Nos casamos el 8 de mayo y la Virgen del Rosario nos acompaña en cada prueba. Rezamos las oraciones con los niños aunque sus letanías sean creativas: dicen «Consoladora de los alquileres (affitti)», en lugar de «afligidos (afflitti)»»
Maria y Luca, casados desde hace doce años, cuatro hijos, siguen la espiritualidad del Opus Dei. Nos reunimos con ellos en su casa de Milán. Nos cuentan cómo su primer encuentro lleva la firma de la Virgen, cómo afrontan las dificultades cotidianas con la ayuda de Santa María y cómo la presencia de Jesús y de su Madre les permite vivir con alegría su vida cotidiana.
En la segunda página, en la foto de la izquierda, la familia Rossanigo al completo. Mamá Maria y papá Luca se conocieron el 1 de noviembre de 2008 y se casaron el 8 de mayo de 2010. Al lado, una foto de su sí en el día en que se celebra la fiesta de la Virgen Reina del Santo Rosario de Pompeya, y arriba una tierna imagen en blanco y negro de la pareja.
En la tercera página, la pintura de Nuestra Señora del Rosario de Pompeya, a la que Luca y Maria Rossanigo le tienen mucha devoción: «Hubo dificultades, pero incluso en esas circunstancias la presencia maternal de la Madre Celestial no se hizo esperar». Arriba, la pareja con el prelado del Opus Dei, monseñor Fernando Ocáriz, de 77 años.
¿Cómo comenzó su historia de amor y cómo interviene en ella la Virgen María?
«Maria y yo», dice Luca, «nos conocimos el 1 de noviembre de 2008; me cautivó su mirada magnética y un abrigo rojo, pero nuestro encuentro en realidad lleva la firma de la Virgen».
¿De qué modo?
«En los últimos años de universidad que pasé en España», explica Maria, «tuve la oportunidad de visitar el santuario mariano de Torreciudad (el santuario aragonés del que trata el n. 33 de Maria con te del pasado 15 de agosto) y pedí a Nuestra Señora que me presentara al muchacho que sería mi esposo, prometiéndome que me acompañaría allí, en acción de gracias, porque yo quería cumplir el sueño de mi vida: casarme y tener una familia».
¿Y entonces?
«Una tarde», continúa Luca, «al volver de un aperitivo, descubrí que Maria había estado en Torreciudad, un santuario que conocía de oídas y que tenía muchas ganas de visitar. Entonces, caminando, le pregunté: «¿Te gustaría acompañarme?». Yo no sabía que mis palabras se hacían eco de una petición que Maria había hecho en secreto a Nuestra Señora».
En resumen, es Nuestra Señora quien os buscó y os llevó juntos a Jesús. Y coronó tu sueño…
«Nos casamos el 8 de mayo de 2010», recuerda Maria, «un día especialmente mariano, y hoy podemos decir que la realidad ha superado verdaderamente nuestros sueños. Por supuesto, las dificultades no han faltado, pero aun en esas circunstancias la presencia materna de la Madre Celestial no se hizo esperar».
¿Qué tipo de dificultades y preocupaciones enfrentaste en concreto, y cómo Nuestra Señora vino en vuestra ayuda?
«En 2016», recuerda Luca, «justo antes de que naciera Elisabetta, la empresa para la que yo trabajaba tenía algunos problemas. Tuve que afrontar un año de lo que se denomina solidaridad, que equivalía a un día a la semana en casa, con la relativa reducción de salario; y el pensamiento de una cuarta hija, Elisabetta, en camino… Pero no nos desanimamos y decidimos comenzar la Novena a Nuestra Señora de Pompeya, y el 8 de mayo, día de su fiesta y aniversario de nuestro matrimonio, recibí el regalo de la suspensión de la solidaridad».
¿Qué otro «regalo» te dio Nuestra Señora?
«La casa. Y es un regalo que recibimos de Nuestra Señora de Loreto», dice Maria: «La primera vez que la vimos, nada más abrir la puerta, nos recibió una imagen de Nuestra Señora de Torreciudad. Después de cuatro años de incesante investigación, desde ese momento tuvimos la certeza de que esta sería nuestra casa. Hicimos la escritura el día de Nuestra Señora de Loreto».
Y el regalo aún mayor: cuatro niños… ¿Participan ellos también de esta presencia especial y al mismo tiempo ordinaria de la Virgen?
«Nuestros hijos», continúa Maria, «durante varios años han ofrecido pequeños sacrificios y oraciones, cada uno pidiendo por una característica especial de la casa. Parece imposible, pero nuestra casa corresponde exactamente a como la han soñado y descrito nuestros hijos».
Nuestra Señora escucha a sus hijos, especialmente a los más pequeños…
«Desde hace algunos años», prosigue Luca, «nos enfrentamos a la enfermedad de Maria que, con altibajos, nos ofreció una vez más la posibilidad de pedir ayuda a la Virgen y a su Hijo Jesús».
“La alegría cristiana tiene sus raíces en forma de cruz”, amaba repetir san Josemaría Escrivá, fundador del Opus Dei. ¿Cómo te ayuda esta espiritualidad a vivir tu vida diaria?
“Comprender el amor de Dios”, nos confía Maria, “a través del sufrimiento y de las dificultades no es fácil, es un camino empinado y misterioso. Vivir cada día el camino de la cotidianiedad, vivir cada día con plenitud, es una lucha enorme, porque es precisamente en nuestra fragilidad donde encontramos la mano fuerte de Dios, que nos acompaña a través de las personas que pone a nuestro lado cada día. Las citas con Dios, el acompañamiento espiritual y el consuelo con otros que oran por nosotros son impagables, nos ayudan a cultivar la esperanza y una auténtica relación de amistad con Dios, y sólo cuando lo experimentas te das cuenta de su profundidad y belleza”.
¿Cómo vives este vínculo misterioso y profundo entre la cruz y la alegría en tu familia?
«Junto a nuestros hijos», responde Maria, «que nos ayudan a distender la situación actual. Por la noche hay un momento dedicado a las imitaciones que ha entrado en nuestra rutina diaria. Nuestros hijos son muy creativos y capaces de hacernos reír, burlándose de nosotros -con respeto- pero dando en el blanco. Muchas veces el Espíritu Santo nos habla a través de sus palabras y a través de frases que a veces nos desarman por su sinceridad, belleza y profundidad”.
¿Qué relación tienen tus hijos con la Virgen y cómo tratas de vivir su presencia cotidiana en la familia?
“Durante el Covid, por ejemplo, tuvieron la oportunidad de intensificar su relación con la Virgen”, dice Luca. «Todos los días teníamos una cita fija online para el rezo del Rosario con varias familias, incluidos abuelos e hijos. Teníamos turnos programados para conducirlo. Además de rezar juntos, era una forma de alimentar la esperanza entre las familias, dejando un espacio de diálogo al final del Rosario para quienes lo deseaban. Todos podían poner intenciones diferentes y los niños eran los protagonistas. Fue una asociación que nos mantuvo en marcha durante un período muy difícil. No faltaron momentos verdaderamente hilarantes, como las letanías transformadas por los niños, como la «Reina de los maridos (mariti)», en lugar de «Reina de los mártires (martiri)», y «Consoladora de los alquileres (affitti)», en lugar de «Consoladora de los afligidos (afflitti)»».
Claudio Marcellino