Los santuarios son aquellos lugares donde Dios mantiene un diálogo con los hombres que, con el paso del tiempo, devienen en lugares de la memoria colectiva y de identidad cultural, objeto de la devoción popular y meta de peregrinaciones.
Todos los santuarios tienen como objetivo proporcionar a los fieles los medios de salvación, predicando con diligencia la palabra de Dios y fomentando con esmero la vida litúrgica principalmente mediante la celebración de la Eucaristía y de la penitencia, y practicando también otras formas aprobadas de piedad popular. (Código de Derecho Canónico, c. 1230 y 1234, § 1.)
Aunque son muchos los elementos comunes que comparten, hay otros aspectos que los diferencian unos de otros, y por un motivo peculiar de piedad, acuden en peregrinación numerosos fieles.
Torreciudad es un santuario mariano en el que se venera la advocación de Nuestra Señora de Torreciudad desde el s. XI, nueve siglos como lugar de encuentro de piedad para las familias de los alrededores.
Como ya señalaba el historiador Saturnino López Novoa en el libro Historia de la Muy Noble y Muy Leal Ciudad de Barbastro y descripción histórico-geográfica de su diócesis, editado en 1861, las peregrinaciones de Torreciudad siempre se han realizado bajo un prisma “claramente familiar y penitencial, ya que acudían familias enteras, transmitiendo la devoción de generación en generación. Además, el esfuerzo que suponía caminar durante muchas horas por veredas y caminos, había que añadir la recepción del sacramento de la Penitencia. (…)”.
Practicando esta difundida tradición, los padres de San Josemaría Escrivá acudieron en 1904 a Torreciudad, cuando siendo niño de dos años cayó gravemente enfermo y su madre, con una oración llena de fe, obtuvo de Ella la gracia de su curación. Su posterior agradecimiento a la Virgen por esta curación y el cariño por su tierra le impulsó a promover la construcción del actual santuario.
En 1975 se inauguró el Santuario de Torreciudad cuyo servicio pastoral sigue mirando de continuo a las familias, constituyéndolas de manera natural en el corazón de su tarea pastoral con el fin de reafirmar su vocación social y eclesial a través de los sacramentos y peregrinaciones marianas.
En Torreciudad se funde lo terrenal con lo celestial, las familias y las misericordias de Dios y de la Virgen, que fue quien hizo posible que la de familia se elevara a categoría divina. De ahí que lleguen procedentes de todas partes del mundo para encontrarse en las jornadas marinas, ofrecer sus hijos a Nuestra Señora, celebrar aniversarios matrimoniales o encender velas manifestando su gratitud y auxilio maternal. Tampoco faltan los novios que eligen la ermita para celebrar su enlace y los pequeños que reciben por primera vez al Señor en alguna de las capillas de la Cripta.
San Josemaría Escrivá de Balaguer dijo varias cosas de Torreciudad, destacando que habría también mucha luz para el amor humano, casto y noble, camino de santidad: Un derroche de gracias espirituales espero, que el Señor querrá hacer a quienes acudan a Su Madre Bendita ante esa pequeña imagen, tan venerada desde hace siglos. Por eso me interesa que haya muchos confesonarios, para que las gentes se purifiquen en el santo sacramento de la penitencia y –renovadas las almas- confirmen o renueven su vida cristiana, aprendan a santificar y a amar el trabajo, llevando a sus hogares la paz y la alegría de Jesucristo: la paz os doy, la paz os dejo. Así recibirán con agradecimiento los hijos que el cielo les mande, usando noblemente del amor matrimonial, que les hace participar del poder creador de Dios; y Dios no fracasará en esos hogares, cuando Él les honre escogiendo almas que se dediquen, con personal y libre dedicación, al servicio de los intereses divinos.
En definitiva, todo se dispone de forma que las familias puedan rezar en cualquier lugar y de la manera que acostumbran, participando en los actos litúrgicos, de veneración a la Santísima Virgen y