Skip to content Skip to footer

“La canonización del barbastrense Josemaría Escrivá supone para la ciudad un motivo de satisfacción”, según manifiesta el alcalde Antonio Cosculluela.

Señala que “por encima del pensamiento personal de cada uno, es muy bueno para Barbastro que uno de sus hijos más ilustres sea elevado a la dignidad de santo. Esta canonización será noticia universal y con ella irá también la referencia de la ciudad. A partir de ahora se incrementarán las peregrinaciones al santuario de Torreciudad y las visitas a Barbastro, gracias al creciente flujo del turismo religioso”.

Cosculluela opina que la divulgación de la vida y obra del nuevo santo, “contribuirá a la llegada de peregrinos de todo el mundo” y considera que la canonización del beato Josemaría “tendrá repercusiones muy positivas para Barbastro”.

“Estoy convencido de que la canonización supondrá, además de los aspectos espirituales, un relanzamiento de Barbastro con las consiguientes posibilidades de desarrollo para el entorno”.

Juan José Omella, Obispo de la diócesis Barbastro-Monzón afirma sentirse «orgulloso de estar en una tierra de santos y creyentes en la fe”

“Una figura tan universal como Josemaría Escrivá, que ha llevado el nombre de su tierra por todos los rincones del mundo, es un hecho que nos tiene que llenar de muchísima alegría”, señala Juan José Omella.

“Por otra parte, el hecho de que sea un santo de nuestra tierra quien nos indica como acercarnos a la figura y al mensaje de Cristo, también es un motivo que nos llena de gozo”, manifiesta el prelado.

Para la diócesis Barbastro-Monzón, “es un reto porque alguien que nació en ella, que fue bautizado en la catedral y por tanto, se incorporó a la Iglesia, ha llegado a la santidad. De entrada, es un ejemplo para seguir el mismo camino”. “Me siento muy orgulloso de representar a todos los diocesanos y de ser obispo en una tierra de santos, creyentes y testigos de la fe”.

Para el obispo de la diócesis, “Josemaría Escrivá es uno de los primeros santos místicos del siglo XXI”. Durante su estancia en Roma concelebró la santa misa en la basílica de San Eugenio con los obispos aragoneses y rezó a San Josemaría “por las intenciones de la Diócesis, en especial de los enfermos y quienes más sufren”.