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Nieves nos ha dejado su testimonio escrito en agradecimiento a la Virgen de Torreciudad y a san Josemaría por la curación de su hija. Ha venido con ella y su marido en peregrinación de acción de gracias.

Me llamo Nieves, y hoy he podido cumplir un sueño y una promesa. Después de hacer más de 700 kilómetros, estoy en Torreciudad con mi marido y mi hija de once años para dar gracias a la Virgen. Para darle muchas gracias. Hemos estado en El Pilar de Zaragoza y después iremos a Lourdes. Y hemos ofrecido a mi pequeña a Nuestra Señora de Torreciudad, como es costumbre aquí desde hace siglos.

Cuando yo era pequeña participaba en actividades de una asociación juvenil de mi ciudad en la que, entre otras cosas, me contagiaron el cariño a la Virgen de Torreciudad y la devoción a san Josemaría Escrivá, fundador del Opus Dei. La verdad es que yo nunca le he llamado así, para mí siempre ha sido «Chemari». Así que vaya por delante que le tengo una gran devoción a Chemari. En una ocasión viajamos hasta el santuario de Torreciudad, hace ya más de veinte años…

A los dos meses de nacer, a mi hija le diagnosticaron una cruel y doble enfermedad: hidrocefalia e hipotonía. La primera acumula un líquido en el cerebro que le va ocasionando daños irreparables, y la segunda deja los músculos sin consistencia. Era como una muñeca de trapo sin movimiento, y los médicos no le dieron ninguna posibilidad de sobrevivir. Entonces me acordé de Chemari, y le dije con desparpajo y confianza que a ver qué hacía. Como también me enseñaron que «A Dios rogando y con el mazo dando», no me resigné al pronóstico y decidí luchar por mi hija. Tuve que dejar mi trabajo para dedicarme en cuerpo y alma a ella. Hubo que prepararle toda una habitación especial para evitar golpes con muebles y esquinas. Recuerdo que con un cepillo de púas preparadas para frotar el suelo le restregaba las plantas de los pies, porque sus articulaciones necesitaban ese estímulo para no anquilosarse. Fueron unos años durísimos, tanto que, a día de hoy, todavía no me explico cómo pude superarlos. Creo que fue amor y fe a partes iguales los que me sostuvieron: amor a mi hija y de mi marido (que luchó tanto o más que yo) y fe en Dios. Porque incluso entre mi familia no se aceptó la enfermedad…

De manera inexplicable para los médicos, cuando mi hija tenía seis años de edad le dieron el alta: estaba curada. Durante ese tiempo el cerebro había ido reabsorbiendo el líquido paulatinamente y no hubo necesidad de operar. La hipotonía también remitió hasta desaparecer. El hospital nos pidió los vídeos que grabábamos periódicamente durante su enfermedad para utilizarlos en investigación médica, porque se trataba de un caso único.

Hoy mi hija va a cumplir doce años y es una chica completamente normal: es fuerte, saca buenas notas y es muy guapa. Creo que también le he contagiado esto de ser luchadora. Y me ha gustado mucho lo que le ha dicho aquí alguien al conocer esta historia: «Pues ya se ve que tienes cosas grandes que hacer en esta vida, ve preparándote…».

Nos hemos hecho una foto junto a la Virgen de Torreciudad y hemos dejado que el corazón suelte todo el torrente de agradecimiento que mi marido y yo hemos remansado desde hace años. Y dejo por escrito este relato: mi gran ilusión es que si lo lees y estás en una situación similar, tengas confianza en nuestra Madre. Ella y Chemari interceden por nosotros con mucha fuerza ante Dios, te lo aseguro.

Torreciudad, 9 de abril de 2017