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Durante los Oficios del Viernes Santo, la adoración de la Cruz es uno de los momentos que la Iglesia ha rodeado de mayor solemnidad, para ayudar a los fieles a profundizar en el Misterio del Sacrificio del Calvario. Las circunstancias han impedido que la adoración se haya realizado de forma individual y, desde el presbiterio, la Cruz se ha mostrado a los asistentes, que han permanecido en sus lugares en actitud de intensa veneración.